Viernes 13: Crónicas del Diario Anticipos
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Viernes 13: Crónicas del Paciente Cardíaco I. El relato empezó en 2013, poco después de que Sergio Massa ganara las elecciones en la Provincia de Buenos Aires con el Frente Renovador.

Viernes 13: Crónicas del Paciente Cardíaco I. No digo que fuera Sergio Massa el causante de mis males. En absoluto, cada fecha de mi vida trato de asociarla a un acontecimiento solo para no olvidar qué ocurrió.

(por Andrés Llinares).- A ver. Cortito y al pie. Tengo un problema con el cigarrillo y mi valvulita aórtica. Uno no tiene que ver con el otro.

Imposible es todo lo que tiene que ver con el cigarrillo. Fumo incluso debajo del agua. Nada que a uno lo haga sentirse orgulloso. Pero el cigarrillo y yo tenemos una relación histórica, ancestral.

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Gracias a la naturaleza, uno, aunque no quiera, está abierto al mundo y no sabe qué ocurrirá mañana. Es pura posibilidad.

Bueno, a mi me va a ocurrir que me van a poner en un quirófano para hacerme una operación de la hostia. No es una contradicción. Sé solo eso. Lo demás, sea bueno o malo, no lo puedo narrar.

Todavía no tengo fecha para la operación, aunque un cirujano que tiene el nombre y apellido actor bielorruso será el encargado de la cirugía.

No lo conozco. Pero es el cirujano que me recomendó la cardióloga M.I.B. del Hospital Italiano. Así que hoy, viernes 8 de noviembre de 2019, pedí un turno urgente con el cirujano actor de Bielorrusia.

Como el hombre tiene un hombre y apellido tan raro, con sólo pronunciarlo mal, todos lo reconocen.

Viernes 13: Crónicas del Paciente Cardíaco I

La historia breve comenzó el martes de esta semana, cuando me hicieron la octava Eco Doppler del corazón y dio mal. El jueves me revisaron, y, como me lo confirmaron: ya es hora de operar.

El próximo jueves empiezo el contacto con quien será mi cirujano. O sea, el hombre que abra y toque mi cuerpo como ningún otro lo hizo antes y que tiene un nombre y apellido de actor de Bielorrusia.

Se trata simplemente de cambiar la válvula aórtica que está atrofiada por un problema congénito. Hay que poner una nueva. Obviamente artificial.

Yo voy a pedir que la nueva fuera japonesa esperanzado en que la medicina haya llegado a desarrollarse como el automovilismo. Y entonces quizás haya válvulas Toyota, Nissan, o similares.

Y ya que me van a abrir y me van a cambiar la válvula, cuando esté frente a frente con el cirujano actor Bielorruso salido, le voy a pedir que me cambia la tapa de cilindros y el cigüeñal, todo el mismo día y bajo las mismas luces.

Quizás así logro una puesta a punto completa del motor a los 54 años, lo que no todos logran, ojo, y puede que yo sí.

Como los síntomas son agotamiento y fatiga, y la sección más fuerte de Anticipos Diario es la política, la cardióloga llegó a la conclusión de operar en base a los estudios que vengo acumulando.

Viernes 13: Crónicas del Paciente Cardíaco I

Ella, MIB, me atiende desde que Massa ganó la Provincia de Buenos Aires. Y conoce mi maldita profesión. Así que le cuesta saber porqué me fatigo o canso tan rápido cuando se lo cuento. Pero no al ver los estudios.

No supo jamás si fueron los últimas cuatro elecciones que terminó por deshacer mi valvulita aórtica que ya no será más parte de mi, o el paso del tiempo, o las dos cosas al mismo tiempo.

Pero nada tiene que ver con el cigarrillo. El cigarrillo complica todo lo demás, sobre todo entrar al quirófano.

La valvulita nació atrofiada. Pobre válvula. Como yo siempre fui inclusivo, la traté como al resto de mis órganos. Y hoy me da mucha tristeza que la válvula muera antes que yo (esperemos, cruz diablo).

Jugué al básquet, luego al fútbol y de grande al tenis y logré en el deporte lo que un sujeto logra cuando juega tres cosas distintas alternadas y no le importa ganar en ninguna: nada. Eso es lo que logré, excepto muchos amigos que son más valiosos que cualquier medalla.

Viernes 13: Crónicas del Paciente Cardíaco I

Pero el estado físico es bueno. Tranquilos. Les voy a seguir peleando a mis colegas los IP de cada PC en Occidente desde Anticipos Diario.

Como la operación, Anticipos Diario tampoco fue una opción. Siempre me gustó escribir. Cuando era adolescente escribía cartas a desconocidos, que es más o menos lo que hago hoy, porque escribo a gente que me parece maravillosa pero no se quién es.

Cuando entre al quirófano, me van a abrir el pecho. O me van a entrar como a un gaucho, cosa que no soy, entre dos costillas. Y de ahí a la aorta y entonces se corta la válvula y listo: a poner una nueva.

Así suena fácil y bárbaro y así quiero pensar que va a ocurrir.

Y esta locura médica vista por un tipo que cada vez que agarra un libro los personajes hacen siempre lo mismo, es maravillosa porque me parece totalmente incontrolable e impredecible y porque yo me voy a sentir mejor.

Me quiero sentir sin el peso de la fatiga que me aplasta y me manda a la cama en horas en que quisiera estar en las fronteras de la acción, al lado del camino, fumando un cigarrillo mientras todo pasa.

La doctora M.I.B. me suspendió las vacaciones a causa de esta operación. El año pasado, me las suspendió mi sobrino que tuvo que ser operado de urgencia por un ataque de apendicitis. Mi sobrino está bien. Las vacaciones pueden olvidarse.

Pero que son dos años seguidos sin poner los pies en el agua. Juro que me recupero y me voy al exterior. No muy lejos. Siempre quise conocer el Amazonas brasilero.

Mientras todas estas fantasías ocurren, el Hospital Italiano me espera y yo tengo ganas de que me reciba. Sobre todo porque mis abuelos maternos eran italianos e italiano soy yo gracias a ellos. Y es como que todo sucede en Europa pero dentro de un edificio cercano que justo tiene su entrada principal en la calle Juan Domingo Perón. Estoy como quiero.

Más no puedo pedir por ahora, excepto una habitación individual porque soy incapaz de pensarme sin escribir o sin leer. Cuando no escribo ni leo, miro la tele, como o duermo.

Pero la mayor parte del tiempo escribo o leo, y con alguién en la habitación preguntándome qué leo, cómo leo, para qué leo, de qué trabajo y todas esas cosas que no le importan a nadie excepto a un sujeto aburrido, no voy a poder ni leer ni escribir.

En en una fiesta de mujeres sonrientes y champagne gratis, nadie jamás me preguntó si era mejor Roberto Arlt que Jorge Luis Borges. Estas preguntas siempre ocurren en tiempos muertos y bares de horas perdidas.

Y es que leer o escribir es un acto de contricción. Un acto solitario. Y en la soledad, uno intenta construir un mundo del que sabe de antemano que jamás terminará.

Dios fue el único que lo terminó. Y está claro que yo no soy Dios. Dios no tendría la válvula aórtica atrofiada. Y si la hubiera tenido, se la hubiera curado él mismo. Yo dependo de un montón de profesionales, y papeleo y billetes. Incluso nadie se hubiera atrevido a pedirle un peso a Dios por temor de ir a parar al Infierno. A mi falta que me pidan la escritura de mi casa.

Pero tranquilos, está todo organizado. Mi familia, mis amigos, mis menos amigos, mis amigotes, incluso hombres y mujeres con los que me he conocido durante los últimos 33 años de profesión, están todos ofreciendo ayuda.

Uno de ellos me llamó hoy para traerme a mi casa una docena de empanadas a lo que le respondí que de ninguna manera porque el ingreso sería ilegal. Una empanada de carne en el Hospital Italiano es el equivalente a 300 gramos de cocaína en el Aeropuerto de Ezeiza.

Le agradecí su gesto y buena voluntad. Y lo entendió. Prometió traerme agua mineral. Le pedí baja en sodio, preferentemente Glaciar.

Yo estoy entusiasmado con operarme para sentirme bien, recuperarme y olvidarme de la fatiga, del cansancio, y seguir participando de la aventura indecible de la historia.

Por otro lado, la intervención es con anestesia general. Por cual si algo sale mal, jamás me voy a enterar. Lo lamento por los que se quedan, pero no deberían hacerse demasiado problema porque saben que siempre hice lo que quise por un principio elemental que une en mi vida la libertad con la felicidad. No hay una sola palabra para describirlo. Si la hubiera, la sabría. Libertad y felicidad, para mi son una misma cosa. Hice una y mil veces lo que quise, sentí felicidad mil veces y ahora rehago parte de mi cuerpo para volver a seguir haciendo lo que quiero, ser feliz.

Todo lo que les cuento acá es cierto. Y con esta nota, empiezan las Crónicas del Paciente Cardíaco. Los tengo al tanto, y mientras, a vivir segundo por segundo que la vida es tan grande como la creación.

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