(por Aldana Farinelli).- La casa de té escondida de Hurlingham: Escaparse al medio de la naturaleza en sólo unos minutos puede ser una tarea muy dificil, pero no para los vecinos de Hurlingham desde que Aflora abrió sus puertas.
La casa de té ubicada en Sargento Salazar 1403 es la combinación perfecta de buena gastronomía y un entorno de ensueño: se ingresa por un clásico vivero para encontrar al fondo del camino de flores una casita de madera de ensueño donde la pastelería de elaboración propia y el aroma primaveral hacen el mix perfecto.
«Aparecer o mostrarse algo oculto o interno», define el diccionario a la palabra «Aflora» y sin dudas el emprendimiento de Martín Uguccioni le hace honor a su nombre desde el domingo 15 de octubre cuando abrió sus puertas. Desde entonces decenas de visitantes comenzaron a hacer correr la voz de que un mágico lugar invitaba a vivir una experiencia única a metros de la Estación Ferroviaria Rubén Darío.
«Yo estoy medio de casualidad en Hurlingham», afirma el dueño de Aflora, vivero y ahora local gastronómico. Y es que su rubro es en realidad el informático, pero hace siete año que las cosas cambiaron. «Yo trabajaba en sistemas, en un momento me quedé sin trabajo y me dediqué a vender plantas, siempre me gustaron».
Mientras vendía suculentas por internet, el vecino oriundo de El Palomar volvió a conseguir trabajo en sistemas, pero nunca se fue de su cabeza la idea de abrir su propio vívero. «En un momento una amiga se queda sin trabajo y le compre unos cajones de suculentas y salí a vender alrededor de Ruben Dario. Pero la Municipalidad me dijo que no podía vender en la vía pública y que era una lástima que en Rubén Darío no hubiera un vivero” y ahí me dije: «No puede ser y encontré este lugar», relató.
Cuatro año pasaron en total entre que Uguccioni soñó con su casa de té hasta que la concretó. «Lo pensé y lo empecé a plasmar, pero me frenó al pandemia, estuve dos años frenado y esa parte la usaba como invernadero, cuando pasó la pandemia dije: Ahora quiero seguir adelante», y entonces «construí otro invernadero».
¿Cómo fue el proceso de armado?
Martín Uguccioni cuenta: Primero armé la estructura. Hice el tendido cloacal, traje agua y la electricidad, fui comprando las cosas que no es fácil. Todo se fue dando de una forma. Yo había pensado en comprar tortas y traerlas, y se dio que vino Dani, que es un pastelero con 20 años de experiencia que trabajó en la famosa Confitería La Ideal en Capital, también en La Fernetería y otros lugares y se dio todo así como se tenía que dar.
¿Como te lo imaginabas?
M.U: Esto. Algo rústico. La idea original era ponerle de nombre “La Escondida” porque es una casita escondida, estás aislado, no se escucha casi nada, estás en pleno centro de Hurlingham y estás alejado de todo, no hay ruido. Escuchás pajaritos, ves mariposas, aparecen los colibrí, esas cosas lindas de la naturaleza.
Además el lugar tiene la particularidad de estar hecho con material reciclado…
M.U: Las mesas y el banco son pallets, el deck es completamente reciclado, las estructuras del vivero están hechas con madera de obra usada, los vidrios eran la puerta de entrada del local, vidrio de demolición, las maderas de las paredes están hechas de cajas de máquinas, y la decoración todos los cuadros es todo sacado de volquetes, la gente tira cosas que sirven.
Incluso venden articulos para el hogar como tazas y juegos de te hechos por un padre y su hija de Morón, y adornos ideados por Martín hechos con tubo de ensayo reciclados y retazos de madera.
Además de lo pintoresco del lugar, su fuerte es la pastelería donde la torta oreo, red velvet, torta Aflora (con nueves caramelizadas, durazno, crema, nueces, chocolate blanco), lemon pie, carrot cake, chocotorta, budines y alfajores dejar boquiabiertos a los comensales por el sabor, la frecura y el tamaño de las porciones.
De cara al futuro piensan en sumar Pedidos Ya, ampliar el salón manteniendo la rusticidad y sin perder espacio del vivero, y construir una especie de despacho a la calle. Mientras sueñan disfrutas del exitoso momento. «Dentro de poco vamos a tener que trabajar con reserva porque a las 17 horas ya no tenemos lugar».
Durante los ratos en los que la casa de té no funciona, Martín ofrece talleres gratuitos para la gente, como el de armado de kokedamas.
¿Te sorprendió la repercusión que tuvo?
M.U. Sí, no me esperaba que viniera tanta gente tan rápido, la idea me parecía hermosa, lo hice pensando en mi. Ahora a empezar a disfrutar que esto está creciendo, de ir ampliando el público, que nos vayan conociendo y después ver hacia dónde seguimos.
Martín disfruta de esta nueva etapa de ser «su propio jefe» y de la vida dentro del vívero. «Ni siquiera siento que estoy trabajando. Estoy en una casa de té, charlando, tomando algo rico, charlando con gente, mis clientes son clientes amigos. Me gusta generarle a la gente le sentido de pertenencia al lugar que no sea un lugar que venis, te tomas el café, te sacan corriendo».
Al estar ubicado en el vívero, los visitantes al retirarse puede comprar una flor ¿Las recomendadas de la temporada? Los rayitos de sol, las clavelinas, gazanias, flores de azúcar, jazmines, enredaderas y rosales.
Por otra parte, sumaron a su línea de plantas de interior pachiras, el árbol del dinero y distintos tipos de anthurium. También ofrecen kokedamas hechas por ellos mismos y los insumos para armarla.
Quienes deseen aprovechar el tiempo para hacer su huerta, en Aflora pueden encontrar frutas, árboles frutales, planta de huerta, aromáticas, menta, tomillo, cedrón, rudas, tomate, tomate cherry, lechuga, lechuga morada, apio y semillas de huerta.
Como parte de su costado ecológico se comercializan semillas orgánicas: plantas que estuvieron cinco generaciones sin pesticidas, suelos orgánicos y venenos agroecológicos, perjudiciales solo para los insectos que atacan las plagas y hongos.
Mirá todas las actividades y novedades del lugar en el siguiente link: https://www.instagram.com/aflora.hur/
Aflora abre sus puertas de lunes a domingo de 9 a 21 horas y de miercoles a lunes de 9 a 20 horas.