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Ganó Bolsonaro y el Cono Sur frunce (las cejas, eh?). Con Lula preso, el candidato de derecha Jair Bolsonaro rompió la hegemonía del PT. Será el nuevo presidente de Brasil. El ex capitán del ejército se impuso por 55,63% contra el 44,37% de su rival, Fernando Haddad. Asumirá con el apoyo de militares y con un programa neoliberal bajo el brazo.

Jair Bolsonaro fue durante tres décadas un desconocido diputado de Brasil. Y hoy se convirtió en Presidente de su país. La propuesta es de mano dura en el Brasil del escepticismo pese a su discurso misógino, homófobo y racista.

El 7 de octubre había estado a punto de obtener la victoria en la primera vuelta con 46% de los votos con su mini Partido Social Liberal (PSL). Aunque no ganó, se convirtió en la segunda fuerza con mayor representación en la Cámara de Diputados.

Bolsonaro hace siete días dio su “pésame”a la “prensa vendida”, agradeció a sus seguidores porque “están salvando nuestra patria” y dijo que el encarcelado expresidente Luiz Inácio Lula da Silva “va a pudrirse en prisión”.

Se lo apoda el “el Donald Trump brasileño” por ser defensor de la familia tradicional, de Dios y del porte de armas que impulsó durante su campaña.

Un discurso antisistema, antidemocrático y antipolítico en un país que atraviesa una profunda crisis política y económica. También en materia de seguridad.

A comienzos de septiembre estuvo a punto de morir cuando recibió una puñalada en el abdomen. El ataque lo llevó tres semanas al hospital, pero no lo apartó de internet.

Durante su campaña rechazó acudir a los debates con su rival, provocando y provocando en las redes sociales, donde suma millones de seguidores.

Nacido en 1955 en Campinas, a kilómetros de Sao Paulo, en una familia de origen italiano, es un antiguo paracaidista que hizo su carrera en Río de Janeiro, donde fue elegido concejal en 1988 y obtuvo su primera banca como diputado federal dos años después.

Es católico practicante pero tiene cinco hijos de dos matrimonios: cuatro varones -tres dedicados a la política- y una niña.

Sobre su hija, dijo que significó “una debilidad” de sus capacidades. Fue su primera declaración misógina.

En 2003, le dijo a una diputada izquierdista que lo acusaba de incentivar las violaciones que “no merecería ser violada”. Luego explicó: “No merecería ser violada porque es muy mala, muy fea”.

Aunque miles de mujeres se manifestaron antes de la primera vuelta para gritar “Él No”, siguo en ascenso.

En una entrevista con la revista Playboy, en 2011, dijo que preferiría que sus hijos “muriesen en un accidente” a que fueran homosexuales.

De cara a la segunda vuelta, realizó un spot en el que se emocionaba al confesar que revirtió su vasectomía para tener a su hija Laura.

Para sus más ardientes partidarios, es simplemente “el mito” y un “salvador”.

En un país saturado por escándalos de corrupción y con altos índices de violencia y desempleo, su discurso “antisistema” encontró respaldo.

Venció las reticencias de los mercados, anunciando que de ganar nombraría ministro de Hacienda al economista Paulo Guedes, partidario de las privatizaciones y de medidas de austeridad para sanear las cuentas públicas.

Su último golpe maestro fue conquistar a la poderosa bancada del agronegocio en el Congreso y a líderes de iglesias evangélicas, que lo vieron como la mejor alternativa para evitar el retorno de la izquierda.

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