(por Andrés Llinares).- Hasta hace una semana, a través de portales y redes sociales, el debate era la lucha contra las inundaciones, la inseguridad, la salud pública, la conectividad del distrito.

Y bajamos. Bajamos al submundo de un supuesto revisionismo histórico en el país en el que siempre discutimos qué olvidar.

De los 55 kilómetros cuadrados que tiene Morón, pasamos a discutir un metro de superficie. No cualquier metro cuadrado, okey, uno en la Plaza General San Martín, en donde esta ubicado el busto del ex el Presidente Néstor Kirchner. No es cualquier busto. Es de un ex Presidente.

Me vuelvo a quedar sin las líneas blancas al costado de la ruta. Podemos volver a transitar por la banquina, campo traviesa y llevarnos puestos todos los alambrados. Vale todo. Dentro y fuera.

Si empezamos a debatir que el Gobierno Nacional, por ejemplo, tiró una inflación del 10 %, en diciembre, la corrigió al otro día y la llevó al 15% y este año va a superar el 25% y puede que rompa el techo del 35%, con datos lanzados así, y el busto de Néstor Kirchner en la Plaza General San Martín, se arma un paradigma en donde perdemos la magnitud de las cosas, se construye el «buenos y malos» y toda la clase política sale herida, mutilada, desgastada y el contrato social se deteriora una vez más. El vínculo de la gente con la política fermenta y aquella frase del ex Presidente Raúl Alfonsín, «con la democracia se cura, se educa y se come», estalla en el aire.

El proyecto de erradicar el busto creció de la orilla externa de la política, en los bordes de la nocturnidad aburrida de un Morón semi urbano y emergió por las redes sociales para terminar en el centro de la arena. Felices los twitteros, dijeron que al fin la política los escuchaba. La política hace política muchachos twitteros. Toma lo que le sirve. Publiquen encuestas donde se pregunte: ¿los funcionarios públicos deberían atenderse en los hospitales públicos y enviar a sus hijos a las escuelas públicas? Después, cuenten cómo les va y si la política los escucha.

Podemos tomar muchos caminos para discutir esto y decenas de cosas más. Por ejemplo, discutir si es necesario o no sacar las barandas que llevan al primer piso del Palacio Municipal que dicen 6 de Septiembre (6/9, miralas) y que pocos lo saben. El 6 de Septiembre fue el nombre que le puso a Morón el gobernador del fraude, Manuel Fresco, luego destituido por el escándolo de «Las Tierras de El Palomar». Y le puso 6 de Septiembre en conmemoración del primer golpe de estado que existió en el siglo XX y llevó adelante José Félix Uriburu contra Hipólito Yrigoyen.

En la triste «guerra de los bustos», las barandas de Fresco no le molestaron ni les molesta a  la UCR que quiere poner un busto de Raúl Alfonsín en Morón y que para debatir el tema habrá una Audiencia Pública el 15 de septiembre.Y no, a la UCR no le molesta, si el proyecto del busto de Raúl Alfonsín es de la CC ARI.

Las barandas de Fresco no están ubicadas en algún lugar remoto de un país lejano. Para ir a ver al intendente electo por la gente, por la democracia, hay que mirarlas. Y ahí están.

Podemos también derrumbar el Palacio Municipal, porque lo hizo el mismo Fresco.

Podemos sacar el busto de Alfredo Palacios en el Jardín Maternal que lleva su nombre y esta en Sarmiento y Saldías en Castelar porque el socialista participó de la Revolución Libertadora de Pedro Aramburu.

Podemos hacer todo esto para que nada cambie.

Si el debate es por la ética, debería ser de punta a punta, con pautas claras y duraderas.

A Néstor Kirchner se le pueden oponer Nicolás Dujovne o Nico Caputo y varios otros ministros que gobiernan el país con el dinero en el exterior. ¿Esto es ético? ¿No es reprochable? Ah, se lo ganaron. Mirá vos. Tributan en la Argentina. No. Okey. Dale que no pasa nada.

Dijeron esos funcionarios: Argentina no es confiable. Y, la verdad, el argumento es aceptable. Pero la contradicción es evidente. Los actuales gobernantes no pueden romper esa lógica. Entonces fracasan.

Les falta tiempo. Okey. Dale que va.

Argentina sigue siendo poco confiable. Entonces la lectura es: yo, que digo que el país no es confiable, tengo millones en el exterior, y formo parte de un gobierno que no logra que Argentina sea confiable para volverlos a traer. Ay, Mi Dios. ¿Esto no es un fracaso? Y aquel que fracasa es el mismo que bautiza, cuestiona y sanciona.

Que hubo corrupción durante el gobierno de Néstor Kirchner esta claro. Tan claro que uno de los jueces federales más cuestionados puede «repartir justicia». Hace de cowboy siglo XXI. Es Claudio Bonadio.

Que se armó toda un circuito y una organización para ocultar retornos y poner el dinero vaya a saber uno dónde, esta claro.

Que José López una noche de ansiedad se llevó 9 millones de dólares de la casa a un convento, más todavía.

Que Florencia Kirchner tenía 4 millones de dólares en cajas de seguridad. Y sí, están las fotos.

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Todo esto duele, molesta, da bronca, furia, ira, y todo junto o por separado. Y es lo que tiene que ocurrir. A mí me duele. No me quiero hacer el bobo. Me duele muchísimo. Pero tiene que ocurrir. 

Pero que sacando el busto de Néstor Kirchner las condiciones materiales de la población argentina no se van a arreglar, y dejándolo, tampoco, esto también esta claro.

El peronismo no dejó de existir con el busto de Alfredo Palacios y el fraude se corrigió y las barandas de Fresco están. Y con el busto de Néstor Kirchner en la Plaza de Morón, ganó Cambiemos la elección Municipal, Provincial y Nacional.

El busto de Néstor Kirchner está. Se colocó en 2012. Dado que está y que no hubo una fuerte oposición como la hay ahora, ¿qué hacer?

¿Este es el debate, en serio? Qué hacer con el busto de un ex Presidente. ¿Me joden, no? ¿El Estado Nacional me pagó la educación universitaria para hablar sobre un metro cuadrado?

Si Néstor Kirchner fue tan, tan, tan malditamente malo, ¿cómo tiene tantos seguidores y tantos detractores? Lo están maradoniando. Esta es una de las partes que no hace confiable al país, endemoniar siempre al otro derrotado. Vamos el éxtasis a la agonía. Estamos en una rave. Y nadie quiere parar.

Néstor Kirchner murió. Y con un muerto, velado 72 horas, enterrado con una caravana por delante, por detrás, por los costados; con un muerto bien muerto, ocho años muerto, desde las noches aburridas de invierno frío, en nuestra soledad activa gracias a internet y llevando a pelo nuestra eterna melancolía de lo que pudimos ser y nunca fuimos, hace siete días que hablamos del muerto bien muerto y el país nos lleva puesto.

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