Se llamaba Eduardo Florentino Andrade pero le decían «El Gran Barón». Nació en la ciudad de Zárate el 24 de marzo de 1909. Era hijo del primer gerente del Banco de la Provincia de Buenos Aires.
¿Quién fue Eduardo Florentino Andrade? Desde muy joven su espíritu lo llevó hacia el deporte, al que abraza con la pasión de una vocación profunda y allí selló su destino aquel lunes 24 de febrero de 1936 —día de carnaval— cuando la muerte lo atrapó en su frío abrazo sobre la Avenida Rivadavia y Estanislao López, Castelar cuando una formación ferroviaria de paseo patinó su máquina y lo despidió golpeando su cabeza en la saliente metálica de un poste telefónico (sic).
Él que alardeaba guapeza y valor en la acrobacia casi circense de que hacía gala en su motocicleta «Husqvarna» (aquella célebre máquina de origen alemán con que triunfara en muchas pruebas deportivas).
Decía en la evocación el historiador Edgardo Coria: «Lo recuerdo sobre aquella bajada dela calle José Manuel García entre San Martín y Casullo, parado sobre su asiento, sin tocar los manubrios de dirección».
Eduardo F. Andrade fue un gran «sportman» de Morón y al igual que Alfredo Agustín Pasalagua y Gorki Grana dejaron grabadas con letras de oro, aquella famosa frase de otro «Gran Barón»: «El deporte por el deporte mismo».
Excursionó con pleno éxito en natación, rugby (entre aquellos pioneros de All-Boys; luego Porteño de Morón, precursores de Los Matreros); ciclismo, automovilismo, motociclismo, box y atletismo. En este último hizo bala, disco, jabalina, carreras pedestres en velocidad y también salto con vallas. Practicó remo en el Club San Fernando; como se ve todo un completo deportista.
En ciclismo, un día cumple un notable rendimiento que tuvo amplio eco en las revistas y secciones de diarios especializados de la época que destacaron su triunfo junto a Mario Gotter. Con éxito sin precedentes, ganan la Vuelta Morón-San Miguel-Liniers-Morón.
Luego hace box, llegándose a consagrar dos veces Campeón Interbancario. Realizó 35 peleas como amateur en una campaña excelente. Mientras, trabajó en el Banco de la Nación, intervino y ganó todos los torneos internos. Comenzó como medio mediano y la concluyó como medio pesado. Sólo perdió por puntos con Alberto Lovell (padre), Campeón Olímpico de 1932, en un combate muy parejo y que obligó al elogio del mismo Lovell.
¿Cómo se inicia en el motociclismo? Dice la historia que fue su viejo amigo Ydaberry quién le pide que le acompañe en una prueba del Nacional, y Andrade sube por primera vez, en la clásica competencia, al sidecar de la máquina de su amigo.
Otro viejo vecino de Morón, Don Roberto Sigrand, le introduce en el deporte de moda en aquel entonces, el Speedway (bicicletas motorizadas), y lo lleva al Estadio de Huracán donde, para aprender la ruda y arriesgada nueva modalidad, el mismo “Barón” lo decía: “¡Me pegué mis buenas tortas!”. Compite luego, más y más avezado, en las plazas de F.C. Oeste y Gimnasia y Esgrima de La Plata, con suerte varia, no deja de causar sensación en cada una de sus presentaciones por su temeraria disposición sobre la máquina.
Gana en motociclismo las famosas 100 Millas del Audax en el año 1936 y ya ha competido en escenarios como: Azul, Rojas, Gálvez, y en el Circuito Local de la Pomona. En La Pomona, en diciembre de 1935, compiete por el trofeo «Intendente Municipal» y se destaca con una hazaña casi inconcebible. Intervienen ases como: Westermayer, Andrade, Baldi, Decleva, Piñero, Pera Giorgetta y Santos; pero también en la línea de largada se alistaron ases rosarinos como Dal Pasteo, Farruggia y Tosi.
Picó Westermayer y en segunda vuelta, rompe Andrade su manubrio de conducción y sigue manejando durante 10 vueltas más, sin aflojar en velocidad, hasta que realmente imposibilitado, debe renunciar porque al primer inconveniente se le había sumado un deterioro de la horquilla. Ganó Zenón Baldi esa carrera sobre 250 kilómetros de recorrido, pero el público, los colegas corredores y la crítica especializada dieron al Barón Andrade el lauro de un aplauso generoso, en virtud de su encomiable espíritu de lucha en su arriesgado accionar.
Son recordados también sus triunfos frente a los hermanos Domingo y Liberio Furioso. Corría el año 1927 cuando la Comisión de Plazas de Ejercicios Físicos de Morón, presidida por el vecino Guillermo Solveyra Casares, inaugura la primera pileta de natación de Morón que se llamó «Ostende» y que estaba ubicada frente a la plazoleta de la estación, en la manzana comprendida por las calles: Cabildo, Rauch, Maestra Cueto y Salta, donde antiguamente funcionó la usina de electricidad C.A.E. y luego los Bomberos Voluntarios de Morón y el dispensario del doctor Germán Argerich.
En ese escenario hicieron sus primeras armas en carreras y competencias de natación destacados deportistas locales tales como: Antonio O’Dena; Futuro y Gorki Grana; Marcelo, Eduardo y Enrique Solveyra Casares; Juan Carlos Piñeyro, Narciso Gotter, Florentino Ramírez, Hugo O’Dena y cuando no, Eduardo Florentino Andrade. Ellos fueron los pioneros de la natación moronense.
Extraído de Biografía de Morón Sin Tiempo, escritor por Alberto César Lacoste, impreso por la Universidad de Morón.
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