
Nació un 6 de julio de 1891 en el pueblo de Navarro, localidad de la provincia de Buenos Aires cuna también del doctor Manuel Fresco, y de Monseñor D’Andrea. Desmedidos, los conservadores de Morón y sus historiadores como César Lacoste lo calificaron como el mejor intendente municipal, a pesar de haber llegado al poder gracias a un golpe de estado.
¿Quién fue Rafael Amato? «Se dijo con toda justicia que Rafael Amato refundó a la ciudad de Morón y dada la magnitud de su obra, corroboró con creces esta afirmación con una magistral conducta de honestidad ciudadana. Fue un arquitecto con título de Intendente», lo describió Alberto César Lacoste, historiador local adherente al Partido Conservador.
(En la foto, a la izquierda del monitor Manuel Fresco acompañado por Rafael Amato)
Y lo define «de memoria excelente, todo cuanto realizó, seguramente, ha quedado tan bien documentado en su mente como si fuera un calco o una fotografía. Su espíritu inquieto, muy dado a los viajes y cambio de ambiente, le trajo un día guiado quizás por los azares de la lucha cívica y aquí quedó en el alma de nuestro pueblo —hoy gran ciudad—, grabado con los caracteres simples de inolvidable!»
Demasiado barroca la descripción que hace César Lacoste y bacada en los textos de su antecesor, el historiador conservador Carlos Coria.
Luego de 167 antecesores, Rafael Amato gobernó como Comisionado (y no como intendente) desde el 22 de octubre de 1932 al 28 febrero de 1933 y recién luego como Intendente Municipal entre 1934 y 1940, cuando fue destituido por el escándalo de las tierras del El Palomar junto a Manuel Fresco de la Gobernación Bonaerense.
También fue Comisionado Municipal en Navarro en 1930, tras el golpe de José Félix Uriburu contra Hipólito Yrigoyen, y Diputado Provincial entre 1937-1940, o sea durante la década del fraude.
¿Quién fue Rafael Amato?
Alberto César Lacoste y Rafael Amato llevaban una vínculo epistolar y acá presentamos el resumen:
“Asumo únicamente para mí la total responsabilidad de los errores cometidos y los aciertos, si los hubo, los dejo librados al criterio de los demás”.
“Yo no fui ningún mago, ni nada que se parezca. Simplemente cumplí con honestidad mi deber y obligación”
“Siempre creí y creo en el pueblo, sin cuyo aporte nada es posible. Conté en mi mandato con grandes colaboradores y también nobles y constructivos adversarios políticos que jamás trabaron o impidieron las obras que se realizaron”.
“La realización de las obras edilicias no me pertenecen solamente a mí, corresponde también a los vecinos de Morón como consecuencia de la amplia cooperación y confianza”.
“Siempre he sostenido que las personas a quienes le cupo el honor de regir los destinos municipales, pusieron al servicio del mismo, toda su inteligencia, entusiasmo, dinamismo y espíritu creador, pero creo firmemente en la renovación, dando paso a nuevas corrientes sobre todo para abrirles las puertas a la juventud”.
“Desde luego, en mis seis años al frente de la Comuna deben haberse deslizado errores, pido disculpas por haberlos cometido”.
“Yo no fui un Intendente de escritorio. Me pasaba dos horas en mi despacho y el resto en la calle. Había que buscar los problemas afuera para traerlos adentro. Muchas veces los ojos y las piernas pueden más que el cerebro”.
“Cuando me pidieron una garantía para alquilar un departamento, dije que la única que tenía era la garantía moral de toda mi vida, pero lamentablemente no sirvió”.
“No, no me avergüenzo porque es cierto, tuve que vender para poder vivir, todas mis pertenencias personales, hasta la medalla de oro de diputado”.
“Reviello es testigo de los seis meses que demoré en pagar el entierro de mi hermano”.
“Cometí dos grandes errores en mi vida. No haberme casado y no haber terminado mi carrera de medicina”.
Los niños y las flores, me apasionaron siempre. Dichosos los que tienen las dos cosas”.
“Cuando inauguramos el Palacio Municipal, se me pidió que hiciera una gran fiesta. Me opuse terminantemente, y ese día, abriendo las puertas de la Municipalidad, le dije al pueblo de Morón: “Señores, esta es su casa, adelante, que ustedes la hicieron”.
“Traté y conseguí eliminar la “coima” en toda licitación de obra municipal y al desaparecer nefasto personaje, se pudo pavimentar las calles de Morón y localidades vecinas, al costo más bajo registrado en todo el país”.
“Cuando me hice cargo de la Municipalidad de Morón, había 60 empleados y 600 obreros, en los tiempos actuales me parece que se produce lo contrario, hay 600 empleados y 60 obreros. Esto solo puede ser también un índice de las obras que en su momento se pudieron cristalizar”.
“Cuando paseo por las calles de mi querido pueblo, hoy gran ciudad, y muchos vecinos sin distinción de ninguna naturaleza se acercan para saludarme afectuosamente, experimento una gran satisfacción y lo considero como el único y mejor premio al deber cumplido”.
“Vengo a vivir mis últimos años en Morón, porque quiero morir en Morón”
En el periódico “La Ciudad” de fecha 4 de mayo de 1979, apareció en primera plana la siguiente información: “El 27 de abril se cumplió el tercer aniversario de la desaparición física de don Rafael Alfredo Amato, quien fuera uno de los intendentes municipales que más contribuyeron al engrandecimiento de nuestro Partido. La Ciudad fue otro de los periódicos locales que apoyaron, entre otras cosas, al Proceso de Reorganización Nacional que lideró Jorge Rafael Videla.
«Carlos Peralta, Julio Joandet, Maximiliano González, Alberto Lacoste, Pío Antonini, Alberto Amalfi, el doctor Antonio J. Filipato, don Ramón y las hermanas Susana, Marta y Graciela Brollo, tuvieron el privilegio de atenderlo durante su larga enfermedad y agonía en el Hospital de Morón, hasta el momento supremo en que su ilustre figura entró en la inmortalidad”.
Por expresa disposición del en aquél entonces Intendente de Facto del Municipio de Morón, Comodoro (R) Raúl Pirez Apolonia, los restos de Rafael Amato fueron velados en el recinto del Concejo Deliberante y todos los gastos del sepelio fueron abonados por la Comuna quién devolvía así, algo de lo mucho que recibió de este ilustre ciudadano.
Hablaron despidiendo sus restos, en el cementerio local, con elocuentes y sentidas palabras, el Comodoro Pirez Apolonia y el doctor Omar Lima Quintana.
