
Caso de Natalia Melmann: El crimen ya cumplió 20 años, un caso que, si bien tuvo algunos detenidos, hay otros que siguen en libertad seguramente por pertenecer a las fuerzas de seguridad. Un caso donde quienes tienen que corroborar que la justicia día a día se cumpla son los familiares de la víctima.
Natalia Melmann: El crimen que evidenció el encubrimiento policial. Debemos situarnos en Argentina, en el año 1992. Natalia Melmann tiene 6 años, hija de Laura Calampuca y Gustavo Melmann, vivía junto a su familia en la provincia de Buenos Aires, pero decidieron mudarse a La Costa, más específicamente a Miramar, conocida como “La Ciudad de Los Niños”, el 7 de noviembre de ese mismo año.
Lo hicieron buscando un mejor lugar y estilo de vida, ansiando estar en contacto con la naturaleza, la tranquilidad y la seguridad.
En esa ciudad la vida de la familia Melmann transcurrió normalmente. Para el año 2001, Natalia ya con 15 años, asistía al colegio secundario y ansiaba ser médica obstetra, decía que no debía haber nada más lindo que traer niños al mundo. Sin embargo el 3 de febrero de ese año toda esa historia cambiaría.
En esa fecha Natalia fue a bailar con dos amigas. Primero fueron al bar La Cantina, más tarde al boliche Amadeus. En ese lugar ella se encontró con su ex novio, Maximiliano. Natalia tenía la intención de volver a conquistarlo y retomar la relación que tenían hace tiempo.

Sin embargo lo vio con otra chica y decidió irse del bar y volver a su casa. Esa fue la última vez que vieron con vida a Natalia Melmann.
Al otro día, el 4 de febrero de 2001, mientras el país se enteraba del misterioso doble asesinato de los Perel en Pinamar, la madre de Natalia se despertaba preocupada porque su hija no había vuelto a dormir.
Junto a su esposo Gustavo fueron a buscarla a la casa de sus amigas, pero nadie sabía nada.
Comenzaron a buscarla en la playa y el hospital, pero no había rastros de Natalia. Por último, desesperados, fueron a realizar la denuncia a la comisaría, donde llamativamente caratularon la causa como «Fuga de hogar».
El 5 de febrero la foto de Natalia comenzó a aparecer en noticieros locales, pero seguía sin haber noticias sobre su paradero, pero se tenía un dato certero: varios testigos habían visto a Natalia saliendo del boliche Amadeus y caminando varias cuadras junto a Gustavo Daniel “El Gallo” Fernández, un hombre con antecedentes penales y una reputación bastante mala en la ciudad.
Natalia Melmann: El crimen que evidenció el encubrimiento policial
Los Melmann solicitaron ayuda a la municipalidad de Miramar, ya que en su casa no tenían ni siquiera un teléfono para recibir información sobre su hija, por lo tanto les dieron un lugar para usarlo como oficina centro de información. En ese lugar, que sólo tenía un teléfono, una vieja mesa y dos sillas, la gente podía acercarse a contar lo que sabía.
Como la entrada era completamente vidriada la familia empapelo todas las paredes para que cualquier persona pueda ingresar sin ser vista desde afuera rogando que esa suerte de pseudo anonimato anime a la gente a hablar.
Tanto Laura como Gustavo pasaban días enteros en ese lugar y todo lo que se supo fue gracias a vecinos que fueron ahí a contar lo que sabían: desde qué estuvo haciendo Natalia la noche del 3 de febrero, hasta la última vez que se la vio por la ciudad caminando o al menos siendo seguida por El Gallo Fernández.
Natalia Melmann: El crimen que evidenció el encubrimiento policial
Había muchas versiones, decían haberla visto por lo largo y ancho de todo el país, decían que la habían visto drogada y comenzó a pasar lo que sucede siempre: En algunos medios se empezó a decir que había salido vestida con una pollera corta, sola o borracha. Se comenzaba a culpar a la víctima de su desaparición.
Los días pasaban, pero la información seguía siendo la misma, por lo que vecinos, familiares y amigos de Natalia comenzaron a organizar recorridas en grupos para buscarla por todos lados, mientras que todas las noches se realizan multitudinarias marchas en las que participaban hasta los turistas que vacacionaban en la ciudad, reclamando la aparición con vida de Natalia.

Se estima que cada noche marchaban unas 8 mil personas.
Al mismo tiempo el Gallo Fernández, quien ya había sido indagado como testigo, lentamente dejaba de frecuentar los lugares a los que siempre iba y comenzaba a esconderse para finalmente fugarse, pero él no era el único implicado.
Varios testimonios nombraban a policías, a los cabos Ricardo Alfredo Suárez y Ricardo Anselmini, y al Sargento Primero Oscar Alberto Echenique.

El caso terminó tomando trascendencia nacional y los padres de Natalia recibieron la visita de ministros provinciales y hasta del gobernador y del presidente de ese momento, Carlos Ruckauf y Fernando De la Rúa.
El 8 de Febrero de 2001, Gustavo, el padre de Natalia, viajó a Necochea para buscar perros rastreadores, mientras tanto en Miramar, un chico que buscaba leña mientras caminaba con su perro por el vivero de Dunicola se encontró repentinamente con el cadáver de Natalia Melmann.
Rápidamente la noticia llegó a todos los noticieros nacionales, y es por ese medio que Gustavo se enteró de la muerte de su hija, viendo la televisión.
El cadáver de Natalia se encontraba tan solo a 800 metros donde la policía había estado, supuestamente, rastrillando.
Tenía signos de haber sido torturada y violada, tenía quemaduras en varias partes del cuerpo y había sido estrangulada con el cordón de su propia zapatilla.
Cabe destacar que el fiscal no recaratuló la causa recién hasta la aparición del cadáver, por lo que El Gallo Fernández no tuvo problemas en fugarse y la atrocidad del crimen, sumado a la fuga de El Gallo, sumado a que justamente el caso fue caratulado simplemente como fuga de hogar, sumado a que se especulaba con que tres policías habían estado vinculados al hecho, hicieron que el enojo de los habitantes de Miramar termine de explotar.
Natalia Melmann: El crimen que evidenció el encubrimiento policial
Unas 100 personas apedrearon la comisaría cansados del abuso policial.
Al otro día, mientras apartaban al comisario Grilo de su cargo y lo reemplazaban por Inés Fiel, los restos de Natalia eran enterrados.
Luego de gritar «a mi hija la entierro yo» Gustavo Melmann se encargó de tapar con tierra el ataúd.
Ese mismo día las marchas que antes exigían la aparición con vida de Natalia ahora pedían justicia. Esas movilizaciones eran cada vez más convocantes, a pesar de que empezaron a circular rumores con el objetivo de boicotearlas y de reducir su concurrencia, como por ejemplo que barrabravas de diferentes equipos de fútbol iban a asistir para generar desmanes.
Gustavo Melmann comenzó a organizar cabalgatas junto a baqueanos para buscar a El Gallo Fernández, pero como no logro hallarlo, se reunió con la madre del sospechoso quien, ante las cámaras de televisión, le pidió que se entregue. Hasta el hermano de Fernández dijo que él personalmente lo entregaría si supiese donde estaba.
El Gallo recién fue detenido el 16 de febrero de 2001, después de rastrear llamadas de un celular. Estaba escondido en un campo en un galpón abandonado. Sin embargo, su detención era sólo la punta del iceberg.
Natalia Melmann: El crimen que evidenció el encubrimiento policial
Fernández, luego de decir que era inocente, dijo que en realidad lo obligaron a entregar a Natalia, que lo habían secuestrado tres policías, pero que solo pudo reconocer a dos: Suárez y Echenique.

Los investigadores, que estaban de encubierto para que nadie se adelante en sus búsquedas, comenzaron a investigar esos dos nombres. La teoría de que esto lo había hecho más de una persona era la que pisaba más fuerte, ya que era bastante difícil de imaginar que El Gallo por si solo podría haber hecho todo.
Primero investigaron a Echenique y notaron que la mañana siguiente a la desaparición de Natalia había llegado tarde a la comisaría. Además compañeros de él lo notaron muy preocupado por la desaparición de una chica, siendo que la denuncia se había hecho tan solo unas horas atrás.
Lo mismo con Suárez, entró a la comisaría mucho más tarde que su horario indicado. Además faltaba una camioneta oficial de la policía que fue encontrada en un taller siendo pintada enteramente de blanco y un sin fin de irregularidades policiales con el fin de cubrir a los verdaderos culpables comenzaron a descubrirse. Lo que hacía que este caso se compare contrastantemente con el crimen de María Soledad Morales, ocurrido tan sólo un par de años atrás en Catamarca.
Es más, el padre de Natalia, conociendo el caso Morales y recordando que a su cadáver le implantaron cocaína, no quería dejar solo el cuerpo de su hija en la morgue judicial.
Por solo nombrar algunas de esas irregularidades, al cadáver de Natalia le cortaron las uñas en la escena del crimen, encontraron una prenda con sangre que, si bien fue entregada a un sargento, jamás fue incorporada al proceso judicial.
Solo se encontró una zapatilla de Natalia y la otra tres meses después por, justamente, un investigador encubierto. Sin ir más lejos, la tardía captura de El Gallo Fernández a pesar de ser un conocido de algunos policías, es la mayor demostración de que todo estuvo mal desde un principio.

No estuvo mal por inoperancia o por ignorancia, estuvo mal por encubrimiento policial.
A pesar de todo eso y gracias al trabajo de investigadores encubiertos, a la incansable lucha de los padres y al pequeño centro de investigación que ellos tenían, se logró llegar al nombre de un tercer involucrado: Ricardo Anselmini.
Se cree que al menos cinco policías estuvieron involucrados ya que se encontraron cinco rastros genéticos diferentes en el cuerpo de Natalia.
Natalia fue engañada y golpeada por el Gallo Fernández y raptada por estos policías, luego la llevaron a una precaria casa alejada, casa donde, según diversos testimonios, los policías solían llevar a chicas para abusarlas.
Ahí Natalia fue asesinada, su cadáver estuvo escondido durante 4 días y luego, en el auto de Anselmini, lo llevaron hasta el vivero de Dunicola, donde días más tarde lo encontrarían cubierto de hojas y ramas.
El juicio se realizó recién en septiembre de 2002. Fueron juzgados tres de los presuntos, cinco feminicidas. Cabe aclarar que esos tres policías llegaron al juicio en total libertad, no tenían ni siquiera prisión preventiva.
El juicio fue atroz, hasta hicieron que un policía se desate y se ate las botas para terminar corroborando que el nudo que realizaba era exactamente igual al que Natalia tenía en el cuello.
Natalia Melmann: El crimen que evidenció el encubrimiento policial
Los tres, Anselmini, Echenique y Suárez fueron declarados culpables y condenados a reclusión perpetua por tiempo indeterminado más accesorias con el agravante de haber ocultado el cuerpo. Era la primera vez que tres miembros de las fuerzas de seguridad del lugar recibían un juicio y pena.
El Gallo Fernández también fue condenado a 25 años de prisión.
Sin embargo en octubre de 2006 el Tribunal de Casación redujo a la pena prisión perpetua, lo que les permitió a los asesinos obtener beneficios como salidas laborales o transitorias. Eso llevó a que la familia Melmann marche cada sábado desde el centro de Miramar para reclamar justicia y prisión efectiva para los condenados.
Pero como cuando sucedieron estos hechos estaba vigente la Ley 24.390, conocida como la Ley del 2×1, la mala aplicación de la misma permitió reducir la mitad de las condenas y terminó allanado el camino para que en el año 2011 los asesinos puedan solicitar las salidas transitorias que se les fueron aprobadas.
Por lo tanto, los sábados cada 15 días y durante 12 horas, Anselmini, Echenique y Suárez tenían permitidas esas salidas. Supuestamente al salir tenían que quedarse en sus domicilios, pero nadie controlaba que efectivamente se queden ahí adentro. Incluso cuando un asistente social fue a verificar que Echenique esté en su hogar, no lo encontró.
Aún hay más. Laura Calampuca, madre de Natalia Melmann, se lo cruzó en un supermercado, mientras ella le gritaba asesino, él se reía.

Tiempo después las salidas transitorias fueron retiradas por todas estas irregularidades, pero para llegar a eso, el padre de Natalia realizó una huelga de hambre frente al palacio de Tribunales en Buenos Aires. Sin embargo, luego de 15 años presos, volvieron a solicitar las salidas transitorias e insólitamente volvieron a aprobárselas.
La familia Melmann tuvo que apelar para que nuevamente se las vuelvan a retirar.
La abogada defensora de los tres condenados es Patricia Perelló quien defendió a Carlos Monzón en el juicio oral por el femicidio de Alicia Muñiz. El informe penitenciario destaca que ninguno de los tres se arrepiente del hecho que su reinserción es difícil.
Natalia Melmann: El crimen que evidenció el encubrimiento policial
Las condenadas de Echenique y Suárez vencen el 27 de Junio del 2022 y la de Anselmini el 29 de septiembre de ese mismo año. Por otro lado, El Gallo Fernández logró que su pena fuera reducida a 10 años, pero fue condenado por otro homicidio en Miramar, a pesar de todo eso, recuperó la libertad en 2009, pero recordemos encontraron cinco rastros genéticos diferentes por lo que en 2018 se comenzó a juzgar a Ricardo Panadero ya que un ADN encontrado en el cuerpo de Natalia coincidía con el de él.
Cabe destacar que, a pesar que se lo investiga hace años, formó parte de la policía hasta 2017.

Ricardo Panadero fue y sigue sin condena a pesar de que, según la familia, el vello púbico encontrado en el cuerpo de Natalia tiene un 97% de coincidencia con el policía y, más allá de todo eso, el quinto ADN todavía es un misterio.
La constante lucha de los Melmann fue clave para conocer a cuatro y juzgar al menos tres de cinco asesinos. La presión de la familia y de la comunidad de Miramar lograron que se rompiera el cerco policial y que se superen todas las pruebas falsificadas por la policía.
La familia Melmann nunca volvió a vivir tranquila. Viven pendientes de que los asesinos de su hija cumplan la condena que les dieron y que merecen.
Laura la madre de Natalia es la última de la familia que sigue viviendo en Miramar. Según sus propias palabras se quedó a vivir allá para que la gente no se olvide de su hija. Dice que le prometieron a ella que todos sus asesinos iban a estar encerrados y que van a intentar cumplirlo aunque les lleve toda la vida.
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