
Historia de Vauquita: Dulce de leche, Borges y Bioy Casares. La tableta tiene unos 90 años y estuvo cerca de extinguirse. Su propuesta es llevar dulce de leche a dónde quieras, hasta en el bolsillo.
Historia de Vauquita: Dulce de leche, Borges y Bioy Casares. Para relatar su historia, debemos transportarnos a fines del siglo XIX y del siglo XX, cuando el abuelo de Bioy, Vicente Casares, fundó «La Martona», una empresa láctea en Cañuelas. Su nombre aludía a Marta, madre Bioy.
Borges era fanático del dulce de leche (¿Quién no?) y la familia de Bioy, dueña de la empresa que reversionó la golosina, hasta entonces sin nombre, en cajita de cartón y con una vaca dibujada.
«Tableta de dulce de leche» informaba la descripción y la figura del animal, hizo que comenzará a conocerse como “la vaquita”.

Jorge Luis Borges incluía al dulce de leche en su texto considerándolo un manjar de los dioses y integrando la lista de “excelencias argentinas”, junto con “el choclo, algunos tangos y milongas, el poncho de vicuña y el pejerrey”.
La Vaquita se vendía en los locales de La Martona donde se podía comprar leche, crema, quesos y lácteos. Los clientes eran atendidos por vendedores de delantal blanco.
Si alguna referencia a Borges y Bioy faltaba, era que los escritores fueron los autores del folleto de la empresa: “La leche cuajada La Martona – estudio dietético sobres las leches ácidas (1936)» fue la primera colaboración literaria entre ambos.
Dicha colaboración había significado una ayuda para Borges, que cobró $16 por página.

Sin embargo, las pálidas vendrían.
En 1978 La Martona cerró sus puertas, y hoy en día es parte de La Serenísima.
Pero, ¿Hubo otro origen de La Vauquita?
La tableta fue en realidad una creación de Santos Atilio Vidal Ruíz, quien fundó en 1928 la fábrica Cauca, elaborador de chocolates, alfajores, bombones y dulce de leche en Trenque Lauquen.
Según cuentan desde Cauca, Vidal Ruíz le vendía dulce de leche a La Martona, que en esa época se despachaba en tambores metálicos de 270 kilos. Cuando el envase volvía, quedaba un remanente azucarado.
Fue en los años 30 cuando a Atilio se le ocurrió aprovecharlo y agregar más dulce de leche para obtener el bocadito ‘El vasquito’.
«Se ve que alguien de La Martona tomó la misma idea. Pero el que que hacía mi abuelo era más alargado y se vendía en envase de papel metálico. Parecido al bocadito Holanda» dice el actual dueño de Cauca.
El Vasquito era popular Buenos Aires, donde incluso era alimento corriente en los viejos cines.
Santos Vidal Ruiz había traído a un pastelero desde Italia que conocía los secretos del dulce de leche. «Como enfriarlo, como inyectarle aire. Esos trucos, bien guardados, todavía hoy los usamos en Cauca», explica el nieto.

En aquella época en lugar de glucosa, al dulce de leche se le ponía miel.
Con el tiempo y las crisis, El Vasquito dejó de fabricarse y a fines de los 70, Raúl Vidal lo reflotó. Sin embargo, la marca estaba registrada, y agregarle la «u» era una buena opción. Así nació La Vauquita.
Tal fue el éxito que llegaron a producirse 52 mil unidades de la golosina por día. Años después la firma decidió concentrarse en los chocolates y vendieron Vauquita a Heladerías Massera, que quebró en 2001.
Cauca abrió locales en la costa atlántica y lanzó la Cauquita, otra tableta.
La Vauquita fue vuelta a la vida por Rubén López, dueño de la firma La Dolce. López empezó como kiosquero y se convirtió en uno de los mayores distribuidores de golosinas del país.
«A Vauquita la compré hace más de quince años en un remate, había estado desaparecida por un tiempo largo. Vauquita era una marca monoproducto y nosotros fuimos haciendo una familia con alfajores y chocolates, pero cuidando siempre la receta original y los mismos ingredientes», contó.
Hoy, Vauquita se promociona con una trayectoria “desde hace más de 80 años” y como “la golosina de dulce de leche favorita de los argentinos”, con una receta única “crocante por fuera y suave por dentro”.
«Se ve que alguien de La Martona tomó la misma idea. Pero el que que hacía mi abuelo era más alargado y se vendía en envase de papel metálico. Parecido al bocadito Holanda» dice el actual dueño de Cauca.
El Vasquito era popular Buenos Aires, donde incluso era alimento corriente en los viejos cines.
Santos Vidal Ruiz había traído a un pastelero desde Italia que conocía los secretos del dulce de leche. «Como enfriarlo, como inyectarle aire. Esos trucos, bien guardados, todavía hoy los usamos en Cauca«, explica el nieto.
En aquella época en lugar de glucosa, al dulce de leche se le ponía miel.
Con el tiempo y las crisis, El Vasquito dejó de fabricarse y a fines de los 70, Raúl Vidal lo reflotó. Sin embargo, la marca estaba registrada, y agregarle la «u» era una buena opción. Así nació La Vauquita.
Tal fue el éxito que llegaron a producirse 52 mil unidades de la golosina por día. Años después la firma decidió concentrarse en los chocolates y vendieron Vauquita a Heladerías Massera, que quebró en 2001.
Cauca abrió locales en la costa atlántica y lanzó la Cauquita, otra tableta.
La Vauquita fue vuelta a la vida por Rubén López, dueño de la firma La Dolce. López empezó como kiosquero y se convirtió en uno de los mayores distribuidores de golosinas del país.
«A Vauquita la compré hace más de quince años en un remate, había estado desaparecida por un tiempo largo. Vauquita era una marca monoproducto y nosotros fuimos haciendo una familia con alfajores y chocolates, pero cuidando siempre la receta original y los mismos ingredientes», contó.
Hoy, Vauquita se promociona con una trayectoria “desde hace más de 80 años” y como “la golosina de dulce de leche favorita de los argentinos”, con una receta única “crocante por fuera y suave por dentro”.
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