Si La Cámpora es Montonera, ¿La Banda de los Copitos es Videlista?

Junto a la economía mundial, también cayó la actividad intelectual y el debate por lo real, por el mundo en el que queremos vivir. Hoy todo es producto de la mediación entre la oferta de emisores que es múltiple y totalmente heterogénea y lo pocos receptores que quedan ahora exhaustos de tanto griterio. No hay melodía, ni armonía. Sólo un ruido que simula un ritmo ensordecedor.

Si La Cámpora es Montonera, ¿La Banda de los Copitos es Videlista? Uno de los últimos casos ejemplares es cómo los medios contruyeron al economísta Javier Milei como un posible dirigente trangresor y no como un sujeto violento capaz de decir que está a favor de la venta de órganos sin que alquien recuerde la novela Coma de Robin Cook, ni la película que luego dirigió Michael Crichton basada en ese texto y estrenada en 1978.

(Por Andrés Llinares)

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Está claro que ni La Cámpora es la Organización Montoneros ni la Tendencia Revolucionaria, aunque le guste afirmar lo contrario al diario porteño La Nación, ni la Banda de los Copitos es la continuidad del Proceso de Reorganización Nacional, el nombre que rescató de la historia la Primera Junta Militar compuesta por Jorge Rafael Videla (Ejército), Emilio Eduardo Massera (Armada) y Orlando Ramón Agosti (Fuerza Aérea).

¿O acaso La Cámpora esconde algún remoto del país un arsenal esperando que las condiciones subjetivas afloren en cada individuo y entonces iniciar la lucha armada? Esto no se lo puede creer ni un estudiante secundario.

Si La Cámpora es Montonera, ¿La Banda de los Copitos es Videlista?

Nadie le grita a Cristina Kirchner «¿qué pasa general (jefa) que está lleno de gorilas el gobierno popular?«, frente a su domicilio de Recoleta durante los actos espontáneos que ya la lanzaron a la carrera por una banca en el Senado de la Nación. Y motivos para reflotar aquel canto de la Organización Montoneros hay porque la matriz económica de 2003 a la fecha, jamás cambio de manos.

Pero La Cámpora, a diferencia de la Organización Montoneros, «banca» a Cristina, no la discute. Discutirla sería ceder ante el «enemigo»: el capital. Y justamente el peronismo nació para combatirlo. No para anaquilarlo, cuidado con esta confusión, lo dice la marcha del Movimiento Nacional Justicialista: «combatiendo al capital». La conjugación no existe en este caso. No es pasado, ni presente, ni futuro. Es eternamente incorrigle porque el gerundio expresa duración en la acción, o sea mientras haya capitalistamo, ahí estará el peronismo para combatirlo, para darle pelea, para limitarla. A la letra de una marcha escrita escrita en 1948 cuando aún no se usaban los términos intervenir o regular en economía, no se le puede pedir más.

«Cambatiendo al capital» es un «mientras tanto». Para que se entienda mejor: «mientras tanto dure el capitalismo». El peronismo nació para conciliar el trabajo con el capital, no para aniquilarlo, más allá de todas las críticas reales y ciertas que puedan hacerse el Movimiento Nacional Justicialista.

Por lo tanto, La Cámpora no es crítica sino orgánica y verticalista. Una organización con jerarquía pero sin rangos. Y desde ya, un espacio político, equivocado o no, con ideología, o sea valores y principios que a muchos no les gustan pero que los tiene por más que algunos de sus integrantes vacacionen en el exterior o usen iPphone a la hora de mandar WhatsApps.

La Cámpora es producto de la Crisis de 2001, mezcla de las calles alteradas, del neo setentismo de No Logo de Naomi Klein con una genealogía política que se la puede rastrear hasta los orilleros bonaerenses de 1810.

«La Banda de los Copitos» son producto de la marginalidad, de las redes sociales sin censura como Twitter o con simples restricciones como Facebook, Instagram y YouTube pero sobre todo de los grandes medios de televsión que transmiten durante todo el día el funeral de una reina imperialista dueña de parte de nuestro territorio y no conmemoran la muerte de Carlos Fuentealba, ni las de Maximiliano Kosteki ni Darío Santillán, porque si vas a protestar, tenés que atenerte a las consecuencias.

Si La Cámpora es Montonera, ¿La Banda de los Copitos es Videlista?

Julio Argentino Roca fundó la era de la Reorganización Nacional, una continuidad de lo que había empezado 20 años antes Bartolomé Mitre luego de derrotar a Juan Manuel de Rosas en la batalla de Pavón gracias a la traición de Justo José de Urquiza. La segunda versión del Proceso de Reorganización Nacional que condujo Jorge Rafael Videla, tuvo aspectos similiares: alinear las fuerzas civiles y económicas del país al mundo capitalista a través de un nacionalismo católico y el plan de eliminación sistemático de la guerrilla primero rural y luego urbana.

«La Banda de los Copitos» esta en otro riel de la historia. Un riel isoformo en que no hay razones sino emociones violentas. Está atravesada por el lenguaje televisivo y se paró en el peor lugar, el de la violencia política armada, el espacio que fundó el General Juan Lavalle al fusilar al Coronel Manuel Dorrego el 13 de diciembre de 1828 expandiendo el método de la aniquilación o guerra de extermio que empezó con la Campaña al Desierto de Julio A. Roca en 1878 y continuó cada vez que hizo falta. La última guerra de exterminio fue el Proceso de Reorganización Nacional de Jorge Rafael Videla iniciado el 24 de marzo de 1976.

Pero la «Banda de los Copitos» nada tiene que ver con esto porque tan siquiere tiene valores ni principios. Es pura grito y furia producto de un mundo que nos enseñó a sobresalir a través de la violencia armada, la agresión verbal, la subestimación del otro, la discriminación de las minorías.

«La Banda de los Copitos» es un mamarracho cruel que no suma absolutamente nada excepto violencia política y en ellos notoriedad pública a lo Mark David Chapman, el asesino de Jhon Lennon. Y La Cámpora no tiene nada que ver con Montoneros. Cuando la organización guerrillera ejecuta a Pedro Eugenio Aramburu por lo Bombardeos a Plaza de Mayo, el secuestro del cuerpo de Evita y la ejecución del General Juan José Valle, no dan entrevistas, ni aparecen en los medios. Se mueven por los bordes del conurbano, y cuando cinco años después Juan Domingo Perón se enoja y los iguala a los que ellos llaman la «burocracia sindical», se retiran de Plaza de de Mayo y pasan a la clandestinidad críticos con el Partido Justicialista.

La Cámpora jamás haría algo similar por los muertos de 2001, no critican Cristina, no cuestionan la propiedad de la riqueza, sólo la distribución, y saben convivir, aunque con los dientes apretados, con el resto de las agrupaciones peronistas y no peronistas del Frente de Todos.

«La Banda de los Copitos» no entiende que matar por un mandato que no es real sino virtual como el televisivo; que no es físico, sino simbólico; no los representa, pero cuidado, porque les da identidad. Y esto es lo más lamentable. Si matar te da identidad, si gritar en la pantalla de televisión te lleva al Congreso de la Nación, evidentemente construímos una democracia equivocada.

La corrupción también es parte de la democracia equivocada que construimos y encima, como la política tiene bajo su tutela a un Poder Judicial mediocre y sectario, nadie cree en ningún fallo ni condena.

Si hoy la violencia es la que da identidad, como la que cobró Javier Milei, y esa experiencia la toma como conocimiento una «banda» de vendedores de copos de azúcar sin ninguna formación intelectual pero con una furia indecible, entonces el futuro será injusto y los «apóstoles de la meritocracia» volverán y serán peores porque cuando la violencia no se condena, queda abierto un futuro incierto en que nada bueno puede pasar y el mérito pierde todo sentido para que el ruido ensordesedor se sobreponga a cualquier pacto, idea o proyecto real.

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