El Monólogo Político y el Fin de la Democracia Participativa

El Monólogo Político y el Fin de la Democracia Participativa. Atravesamos uno de los problemas más grandes que tiene hoy el debate que es la falta de un espacio para desarrollarlo. Si en los noventa se perdió la legitimidad, hoy se extravió la palabra.

El Monólogo Político y el Fin de la Democracia Participativa. No es una nota más ni para cualquiera. No es una nota entretenida. Es para reflexionar.

Sino se comprende que la palabra bautiza, que el bautismo le da peso al objeto transformado en palabra, y que si tiene peso, entonces cobra cada concepto, si uno no es capaz de entender esto, ni siquiera sigas leyendo.

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(por el Lic. Andrés Llinares).- Está claro que hay miles de monólogos que diariamente se lanzan a través de las redes sociales sin que en general ninguno se viralice excepto que sea un escándalo, nada importante, nada para reflexionar, sino una muestra de lo mal que estamos, somos o seguiremos siendo.

Un soliloquio al menos es una reflexión interior por medio de la cual alguien expresa en voz alta y a solas, sus pensamientos, sentimientos y emociones. Por eso es soli-loquio.

El monólogo es un discurso que genera una sola persona dirigido a uno o miles de receptores según la suerte que tenga.

La frase hecha que hoy todos repiten se escribe así «Estallaron las Redes» y tiene su génesis en la misma frase que cincuenta años atrás utilizaba Juan Alberto Mateyko cuando iniciaba desde Crónica su programa de televisión con «Estalló el Verano». El término, antes y ahora, proviene del mundo bélico, del mundo de los siniestros: «estalló». O sea, nadie puede ser indiferente.

Lo bueno es que si alguna frase estalla dentro de las redes, los daños son colaterales y se pueden controlar los destrozos justamente porque las redes son productoras de monólogos.

Ahora bien, ¿entendemos que opuesto sería el diálogo? Seguro que sí. Y cuál es el territorio del diálogo entre los representantes y la gente. Ya dejó de existir.

Los monólogos son claros y muchas de las cosas que se dicen cara a cara no podrían repetirse en público. Por este motivo, existe el monólogo digital que no tiene refutación. Más que una diálogo, son sentencias.

A través de las redes sociales puedo ser que Federico Andahazi o Alfredo Casero, puede ser que Dady Brieva o Julio De Vido lanzan frases que cara a cara, no podría hacerlo.

Por eso gozan con la banalidad de las redes que jamás bautizan, nombran, designan, y pueden alterarse o hasta borrarse sus contenidos. Pero crean tendencia, claro, ¿qué podrían crear? ¿Un clásico? Imposible. Crean tendencia porque la tendencia es moda y la moda efímera y fugaz.

Así nunca hablamos de lo necesario, de lo obligado, nunca hablamos de cuestiones de fondo hasta terminar el debate. La referente Elisa Carrió puede denunciar ante la Justicia Federal al Presidente de la Nación Argentina, Alfredo Fernández por intentar envenenarnos con la vacuna Sputnik V que ni a propios ni extraños se les cae un pelo, y el Ministro de Salud, Ginés Gonzáles García, puede armar un vacunatorio ViP en su cartera de gobierno suponiendo que no va a pasar nada, que es lo que finalmente va a ocurrir. Nada de nada.

El Monólogo Político y el Fin de la Democracia Participativa

Lo cierto de esto es que la política bajo la forma de democracia, en tanto palabra, ya no tiene peso. Por la carencia de contenidos, por que todo el esfuerzo está centrado en ser tendencia, moda, fugacidad, por estas cuestiones, aceptamos no escribir más de 140 caracteres y dejar el mundo de los libros a una secta misteriosa, amarga y bastante idiota. El valor de la palabra se devaluó hasta deshacerse.

Hoy prometer es nada y cumplir muy poca cosa porque el atraso es gigantesco y está en el orden normal de la política que alguien sea capaz de cumplir.

La gente quiere ser parte punitiva y no un espectador pasivo del mundo que lo rodea.

Esto lo afirma el político. Quiere que el votante sea espectador y no parte. Después de todo, ¿que puede saber un vecino que jamás militó, que jamás se comprometió?

Para corregir esto, existe el partido de cuadros y el partido de cuadros conduce, cuando no está apurado, caso contrario, manda.

Los intereses jamás estuvieron tan cruzados. Y la verdad que si me quieren someter a ser espectador, al menos elijo yo qué mirar porque la oferta es inmensa.

Prefiero ver un documental sobre la pesca en altamar a una edición de Animales Sueltos. Y todo porque los grandes dirigentes son personas berretas que hablan como si fueron los salvadores de la patria que después te persiguen y multan por una fiesta clandestina y se arman un vacunatorio por «volvimos para ser mejores».

El capitalismo gore se impone y si es gore, es brutal. Te somete a través de sus medidas pero te entretiene a través de sus monólogos.

Ahora bien, ¿discutimos alguna vez seriamente la propiedad de la tierra en la Argentina? No. Es un tema prohibido.

¿Discutimos alguna vez seriamente el aporte a la producción de los sindicatos y colegios profesionales? No. Es un tema prohibido.

¿Discutimos alguna vez seriamente quienes son los dueños de los medios de producción en la Argentina? No. Es un tema prohibido.

¿Discutimos alguna vez qué hacer con el conurbano? No. Es un tema prohibido. No se puede ni tan siquiera iniciar el más mínimo debate. Pero cuando Pablo Sirven, el periodista de La Nación que durante la dictadura genocida trabajó para el diario Convicción de Eduardo Emilio Massera, habla de un conurbano africanizado, todos salen a reprocharles el calificativo.

Podemos hacer una pequeña lista de temas prohibidos pero una muy extensa que pasa por las redes sobre estupideces rentables. Está es la Era de la Boludez de la que nos hablaban Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Federico Gil Solá.

Las oligarquías políticas se imponen, y entonces el intercambio se cristaliza. Ya no es posible debatir, incluso es molesto el que debate, como molesta el dealer con horario.

Tan mal está el mundo político, que Cristina Fernández le ganó a Mauricio Macri y ahora, en tan solo dos años, Juntos por el Cambio tiene chances de ganar las elecciones legislativas.

El Monólogo Político y el Fin de la Democracia Participativa

La política es con la gente, para la gente, de cara a la gente y escuchando a la gente. El resto es pelea de aparatos. Un duhaldismo 2021, o sea, de Tommy Hilfiger, zapatos Hush Puppies e Instituto Paja. Yo paso. Váyanse a cagar.

Les traigo un ejemplo, pobre mujer que hace de ejemplo en está nota cuando hay cientos de casos similares.

Meses atrás, nombran a la porteña Carla Pitiot como Directora del Banco de Inversión y Comercio Exterior de Argentina que depende del Ministerio de Desarrollo Productivo. ¿Quén está al frente de ese Ministerio? Matías Sebastián Kulfas, un hombre del Presidente Alberto Fernández.

Qué hace Carlita al asumir, arranca diciendo sin repetir y sin parar 4 boludeces: «comienzo está etapa con el compromiso de siempre: construir una Argentina con trabajo, desarrollo, igualdad de oportunidades y justicia social». Y sino, Carlita, te pregunto desde el corazón de las tinieblas que es el conurbano, ¿Cómo pensabas que podías comenzar esta etapa? ¿Construyendo una Argentina sin trabajo, sin desarrollo, sin igualdad de oportunidad y repleta de injusticias?

Carla Pitiot, como tantos y tantas decenas, cientos, miles de políticos argentinos, toman frases hechas en otros tiempos, piensan que se lucen exhibiéndolas como propia y actuales y lo lanzan al infinito mundo de las redes sociales donde todo queda en la nada 140 caracteres. La inutilidad al palo. Es como jugar a la  Playstation con el monitor al revés.

En su twitter, Carlita confirma que asume un cargo que debe estar muy bien remunerado (cosa que no lo dice) y no se sabe a quién le habla pero sí a quien le agradece: a Sergio Massa y a Alfredo Fernández. O sea que en términos de rangos políticos, ella le habbla a los de «arriba».

Tan siquiera le habla a Matías Sebastián Kulfas, su jefe, porque evidentemente no la convocó, así que no tiene tan siquiera que ser educada.

A nadie le importa un pomo la vida de Carla Pitiot porque ella misma tiene que anunciar que asumió un cargo desconocido desde el cual no va a poder concretar ninguna de las cuatros cosas que se desvela por subrayar por el simple hecho que si fuera posible hacerlo, jamás lo diría.

Y no me agradece ni a mí, ni a mi cardióloga, ni al colectivero de mi barrio, ni a mi cuñada médica, ni a mi músico preferido. Le agradece al Sergio Massa y a Alfredo Fernández. Punto. Piensa que nos transforma en meros espectadores y con eso nos vamos a resignar. Imposible.

Nada más ridículo, impune, vicioso, adictivo, fugaz e inservible que los tuits no debe haber, incluso todo esto lo refuerza por una cosa, los maneja el propietario de la cuenta que no saber nada del mundo de la comunicación. Así que puede subir una pavada e incluso borrarla. Y si puede borrarla, es que no hay contrato, no hay documento, no hay partida de nacimiento y por lo tanto lo que diga es totalmente ingrávido y ahistórico.

Carla Pitiot
El tuit de la funcionaria

Carla Pitiot al menos es economista y de la Universidad de Buenos Aires (UBA) que es pública. Y pasó por varios bancos ya, del Estado, eso sí.

Antes, estudió abogacía y se graduó en 1997 en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad del Salvador y cursó una especialización en Derecho de la Alta Tecnología en la Universidad Católica Argentina.

Con Carlos Menem en el poder, comenzó a trabajar en la Auditoría General de la Nación en donde evidentemente era muy novata porque debe haber auditado algo bien, ese gobierno tendría unos 500 funcionarios y no sólo una condena firme a una extra partidaria: María Julia Alsogaray.

El discurso de vida que se auto construye Carla Pitiot tiene más que ver con Mafalda que con la vida real. «Desde chica viví la política como la herramienta para transformar la vida porque mis padres siempre militaron y nos inculcaron, a mis hermanos y a mí, el compromiso de involucrase con el otro, de escuchar al que tenemos al lado», dice en su CV. Pero cuando tuitea, no le tuitea al otro. El otro no existe, existe Sergio Massa y Alberto Fernández. O sea que Carlita Pitiot es tan tierna como mentirosa. Que cosa espantosa en un persona tiene parte del manejo público.

Ahora bien, ¿y porque le voy a creer? Si es lo que ella escribe en primera persona, o sea, ella escribe a sobre ella. Y qué me va a contar, ¿se va a inculpar de algo? Me va a decir «mis padres eran dos estafadores, y fue lo que aprendí en esta vida. Así que voy a cobrar un sueldo hermoso, voy a trabajar lo menos posible, si el país sale adelante o no, me importa muy poco y espero meter algún negocito para hacer un dinero extra».

Y no, no es lo que va a decir. Así tenemos dos líneas narrativas: una que es del orden de la fantasía y que dice «yo soy la más buena y me ocupo de vos» y otra que jamás escribiría, «yo voy a ser lo que pueda y quizás me quede con algún vuelto».

En octubre de 2015, Carla Pitiot fue electa Diputada Nacional por la Ciudad de Buenos Aires por el Frente Renovador. Hizo tan buen trabajo, tan bueno, que es imposible cualquier posibilidad de averiguar qué hizo. Si John William Cooke resucitara, y leyera lo que Carla Pitiot dice de ella, volvería a morir bajo la modalidad de suicidio.

Ahora bien, no me la quiero tomar con Carla Pitiot. Hay miles de funcionarios en todo el país con el mismo nivel de cinismo. O sea, con relatos banales y frases tontas que hacen funcionar una maquinaria estatal que no tiene rumbo y no estalla por el momento. De nuevo, toda la falta de contenido y frases hechas que esconden lo real, no es exclusivo de Carla Pitiot. Existe en miles de twitters que uno puede revisar diariamente para gastar su vida en nada.

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Los tuits y la banalidad del mal

El tuit, la foto en Instagram, el post en Facebook, es reversible, ahistórico, inmaterial e incomprobable. Tiene todo lo necesario para la época en la que vivimos. Y acá, les dejo algunos que no van a poder encontrarlos en las cuestas de sus protagonistas porque como les dije que podía hacerse, ya los borraron. Pero acá va una pequeña lista imperdible:

El Monólogo Político y el Fin de la Democracia Participativa
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