Virulazo: el bailarín de Haedo

Virulazo: el bailarín de Haedo que conoció la fama mundial. Jorge Martín Orcaizaguirre, más conocido como Virulazo, nació en Haedo el 10 de octubre de 1926 y falleció el 2 de agosto de 1990. Fue un grande y se destacó como bailarín de tango, milonguero e incluso como coreógrafo.

Virulazo: el bailarín de Haedo que conoció la fama mundial. Se hizo conocido en el mundo junto al elenco de Tango Argentino, estrenado en 1983, por el que resultó nominado con los demás bailarines en 1986 a los Premios Tony por la mejor coreografía. Y siempre formó pareja de baile con su esposa Elvira Santamaría, presentándose artísticamente como Virulazo y Elvira.

El apodo de Virulazo se lo ganó a los 18 años cuando jugaba a las bochas apostando, o sea, por dinero, y un italiano le recomendó en una jugada realizar un «virulazo», como sinónimo de «bochazo». Ganó la partida, el dinero, y desde entonces no se pudo desprender de ese apodo.

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Virulazo nació en Haedo pero Morón lo comparte con La Matanza porque fue criado por sus abuelos en La Tablada.

Trabajó en los ferrocarriles, fue vendedor ambulante, lustrador de zapatos y hasta llegó a comprar pelo en Entre Ríos para traerlo a Buenos Aires y venderselo a las fábricas de pelucas. Bailó el tango desde muy chico, cuando era un baile masivo entre los jóvenes. Y por la cercanía a la casa de sus abuelos, optó por clubes de La Matanza o Mataderos.

Virulazo: el bailarín de Haedo

En la década de 1940, el poeta Celedonio Flores lo vio bailar y de inmediato lo contactó para bailar en los cafés del microcentro porteño para que hicieron pequeñas entradas y le pagaran.

Así fue que debutó en el café La Armonía que estaba en la avenida Corrientes y luego en todos los cabarets más importantes de la época como el Chantecler y el Tabarís.

Virulazo: el bailarín de Haedo
Café La Armonia, sobre la Avenida Corriente, donde debutó Virulazo

El 7 de julio de 1924, había abierto sus puertas el Tabarís que fue un legendario cabaret símbolo de la noche de Buenos Aires. Y para cuando Virulazo bailó ya estaba instalado como uno de los principales centros nocturnos porteños.

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Foto de una de las tantas fiestas en el Cabaret y luego Teatro Tabarís

En Corrientes 829 se inauguró el Tabarís, lugar de actuación de importantes orquestas y cantantes, restorán lujoso con una pista de baile que se elevaba como prolongación del escenario y donde también había palcos frecuentados por los famosos de la época, quienes, en 1949, cuando el lugar celebró sus 25 años, fueron invitados con faisán y champán francés.

Su creador y dueño fue Andrés Trillas y por el Tabarís pasaron cientos de artistas nacionales y decenas de artistas internacionales entre los que se destacan Jeanne Bourgeois conocida como Mistinguett, la vedette, cantante y actriz francesa y Josephine Baker la bailarina, cantante y actriz de origen afroamericano nacionalizada francesa y considerada la primera vedette y estrella internacional. Y entre los espectadores célebres estuvieron el Príncipe de Gales, Eduardo de Windsor, Orson Wells, Maurice Chevalier, Luigi Pirandello, obviamente Carlos Gardel, Federico García Lorca, el Príncipe Bernardo de Holanda y hasta el Maharajá de Kapurthala.

Y ahí bailó Virulazo en su juventud haciendo brillar los ojos de todos los que los lograron verlo. También en el Chantecler, un cabaret de Buenos Aires ubicado en Paraná 440, a metros de la Avenida Corrientes, que abrió en 1924 funcionó hasta 1960 para ser fue demolido. Propiedad de otro francés, Charles Seguin también tenía como participantes artistas internacionales y visitas de políticos, turistas y personas adineradas que concurrían para beber, comer, bailar y presenciar los espectáculos.

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La fachada del Cabaret Chantecler sobre la calle Paraná en la Ciudad de Buenos Aires
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El interior del Cabaret Chantecler

En 1952, Virulazo ganó con su primera esposa, Aída, el concurso de baile de tango de la empresa de chocolates Águila, el que se transmitió por radio y lo llevó a ser contratado para dar shows en todo el país. En 1959, ya separado de Aída, se encontró con su primera pajera, Elvira Santamaría, con quién armaría toda una vida sobre el escenario y bajo el escenario.

En los ’60, Virulazo volvió a pasar hambre con el ascenso del rock y su influencia entre los jóvenes. De manera precaria, aguantó junto a otro gran bailarín, pero en 1980 se retiró del tango.

Virulazo y Elvira entonces se dedicaron al levantar quiniela. Vivían como podían del juego clandestino, cuando en 1983 los llama Juan Carlos Copes para realizar una prueba. Se trataba de participar de un espectáculo de tango que Claudio Segovia y Héctor Orezzoli pretendían estrenar en París: Tango Argentino.

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En la foto Juan Carlos Copes

Virulazo pesaba 126 kilos, tenía 57 años, tenía cinco hijos y seis nietos. El propio Claudio Segovia cuando lo vio llegar, miró a Copes con incredulidad. Copes simplemente le dijo: «Miralos bailar».

Cuando Virulazo arrancó su baile, Claudio Segovia no podía creer lo que veía, que semejante hombre pareciera flotar, y Elvira hacía firuletes a su alrededor. Eran como Brutus y Olivia, algo diferente, como quería el productor. Así quedaron incorporados Virulazo y Elvira al staff de Tango Argentino.

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Virulazo pesaba 126 kilos cuando fue convocado para el espectáculo Tango Argentino

El espectáculo Tango Argentino resultó ser un éxito mundial que re impulsó la música ciudadana en muchos otros países. Virulazo y Elvira participaron de todas las presentaciones y se convirtieron en celebridades mundiales. En 1985 presentaron el espectáculo en Broadway y resultaron nominados a los Premios Tony, por la mejor coreografía.

Ya muy famoso, firmaba autógrafos en Nueva York, Berlín o Tokio, y conoció artistas de renombre, y con gran humildad Virulazo (Jorge Martín Orcaizaguirre), mantuvo sus hábitos de barriales.

Robert Duvall fue en varias ocasiones a su casa en Mataderos a comer asado. Con Anthony Quinn también construyeron una amistad, pero siguió fiel al barrio hasta su muerte, en agosto de 1990 a los con 64 años de edad en algún lugar de Buenos Aires que nadie conoce.

Siempre dijo que no era un bailarín, sino milonguero. Y que lo suyo era la improvisación. Por eso no ensayaba coreografías, aunque cada tanto se le ocurría alguna idea, un paso, un movimiento, y lo practicaba con Elvira. Pero, ya en el escenario le gustaba dejarse llevar por el sentimiento y la imaginación.

Amelita Baltar canta Bandoneón Arrabalero y bailan Virulazo y Elvira

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