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En las últimas semanas, la verdad se puso en el centro del debate aunque paradójicamente sin nombrarla. Cuando Javier Milei es tratado de loco, Patricia Bullrich de falsa y Sergio Massa de oportunista, a todo se los aparta del ámbito de la verdad.

Ahora bien, de qué hablamos cuando hablamos de verdad, sería un buen inicio. Hoy hay dos categorías categorías que atraviesan el debate. La gente vota mal o la gente no sabe votar. La primera es de orden moral: vota mal. La segunda de orden positivista: no sabe votar. O sea que para votar hay que saber y hacerlo bien.

De nuevo caemos en la trampa. Nadie es capaz de encontrar una verdad, nadie es capaz de definir lo moral y el bien. Como humanos solo somos capaces de imponer un orden hermenéutico a estas tres categorías.

Sobre la verdad es fácil saber que gira en función del ser humano como centro de un universo que desconoce. Por caso, piensa que un tomate es un tomate cuando el tomate no sabe que es tomate. Es un juego de palabras, claro, por son los juegos del lenguaje los que construyen lo que a su vez llamamos realidad.

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El tomate no sabe que nació, que vive, ni que murió. Sólo nosotros lo sabemos, solo nosotros inventamos ese conocimiento, porque el saber no está dado en el ser humano. El saber es un invento, la palabra bautiza y no hay hechos (sino) solo interpretaciones. Este es el Nietzsche de La Voluntad de Poder. El Nietzsche que acierta por sabe que el sujeto es centro de la realiad a la que le da forma y somete.

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Pues bien, lo mismo hacen Massa, Milei y Bullrich. Pelean el centro de escena para conformar una sucesión de hechos que den forma a la realidad que nos abraza y su-jeta.

La verdad como objeto de estudio es propiedad de la filosofía, en todo caso, es propiedad de la ciencia su demostración. Así que si vamos por el camino de la filosofía terminamos en los griegos y entonces este texto más que un texto se convertiría en un libro, de los tantos que hay sobre los griegos y la verdad.

Pero podemos elegir uno al menos: Protágoras el que dice: El hombre es la Medida de Todas las Cosas. Guau, qué frase lanzó y 400 años antes de Cristo. Y sí, el hombre ya entonces, u hoy, es quién dice que es bueno, quién es el que sabe. Claro que ese hombre tiene que acumular poder porque la verdad no tiene que ver con sí misma, sino con el poder que uno tiene de imponerla.

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Ahí tenemos a Protágoras, yendo contra la ilusión de una verdad en la naturaleza, para poner el conocimiento en su lugar con El Hombre es la Medida de Todas las Cosas. Y entre las «cosas» se encuentra la historia. Ahora bien, ¿cómo encontrar la verdad? En la época de los clásicos a partir de la filosofía; en la Edad Media, a partir de Dios que la transmitía a los pastores y los pastores a los fieles de la Iglesia. Ahí está entonces la verdad: antes en la plaza pública sobre el tumulto del dabate, ahora encerrrada en el Templo, en la Iglesia, bajo las normas del rito. Pero en ambos casos, la verdad, la realidad, la historia, corre por la acera del destino.

Pero en 1.637, un atrevido como René Descartes (1596 – 1650) publica El Discurso del Método, aunque en forma anónima. ¿Por qué en forma anónima? Porque las prácticas intolerantes de la Iglesia seguían en pie y en El Discurso del Método, René Descartes se propone dudar de todo. Descartes es inmenso, pero también aburrrido, y sin embargo terminó de poner al hombre, a la razón, a la historia como centro y verdad.

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Veámos la segunda frase que todo el mundo recuerda: «Pienso, luego existo». O sea que aquello que no piensa, como el tomate, no existe, al menos que sea pensado. Ahora ya no es el debate ni la existencia de Dios el camino a la verdad. Con Descartes el camino a la verdad es la razón. Y así, al dudar de todo, Descartes duda de Dios ¡entonces! y debe exiliarse porque de lo único que no duda es de su pensamiento y del hombre como punto de partida del conocimiento.

Descartes ya puso al hombre en el centro del conocimiento, de la verdad, de la historia. Y nosotros podemos pensar cómo Massa, Milei y Bullrich construyen verdad.

Será Immanuel Kant el que dirá que lo verdadero es lo comprobable y lo comprobable es la experiencia. Y el sujeto, a través de la estética trascendental de las categorías del entendimiento, construyen lo real. Kant es intrincado pero a diferencia de Descartes, muy llamativo sobre todo en su «Crítica a la Razón Pura».

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Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770 – 1831) dirá que «lo verdadero es el todo» y que «la historia es dialéctica» ya que «tiene tres momentos: un momento de afirmación, un momento de negación y un tercer momento de negación de la negación» (y esto es la dialéctica). Hegel será quién planteé entonces que la historia es conflicto, antagonismo, ambos movimientos necesarios para llegar a una síntesis y superación. Y entonces para Hegel la historia es evolución. Este tercer momento, el de síntesis y superación, sería el todo para Hegel y si es todo, es verdadero. ¿Por qué? Porque no hay nada más allá del todo.

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O sea que vamos de la naturaleza al hombre (Protágoras), del hombre a Dios (La Iglesia), de Dios a la Razón (René Descartes), de la Razón al Sujeto y su conocimiento inherente (Kant) y del Estado y el Su-jeto a la Totalidad y la Verdad (Hegel). Siglos de esfuerzo intelectual para salir de la naturaleza como rector de la realidad, del cambio, de la transformación, y poner en el centro del devenir al hombre.

Con Descartes ya no habrá otra realidad que la del Su-jeto cartesiano, ya no habrá otra realidad que la del hombre que piensa el mundo y le bautiza cada objeto.

Jean-Paul Sartre en su libro Crítica de la Razón Dialéctica hace el aporte más interesante y dice que la dialéctica es una totalización de la realidad y va camino al estructuralismo, ya vamos a ver por qué. Hegel y luego Sartre, ¿qué están diciendo?: que no se puede conocer la realidad sino en construyendo una totalidad, conectando un objeto con otro hasta el horizonte, o sea hasta la totalización. Pero a su vez, esa totalización se destotaliza al mismo tiempo y así avanza la historia.

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Creo que con estos elementos se entiende de que trata una campaña política y que hacen los tres pincipales candidatos: Sergio Massa, Javier Milei y Patricia Bullrich. Utilizan todos los recuersos que fuimos viendo. Intentan construir una agenda, o sea, una totalización de Argentina, lo que no logran porque una vez que la construyen la demanda cambia y esa agenda se desvanece. Por éste motivo los candidatos suben y bajan en las encuestas.

A su vez, bautizan la otredad (lo otro y al otro) tal cmo lo logró Javier Milei con la clase política a la que convirtió en «casta» o la «libertad» del su-jeto como si estuviera preso, detenido o limitado en sus derechos.

Construir una totalidad es la mayor desesperación, porque el candidato que lo logre, ocupará el centro. Pero la dificultad para hacerlo es enorme, sobre todo teniendo en cuenta que mientras uno de los candidatos construye esa totalidad, tiene dos rivales que intentarán deshacerla para construir la propia y así sucesivamente hasta que alguna se imponga.

En las PASO se impuso la de Javier Milei. Una totalidad descarnada y antisitémica que señala el fracaso de las propuestas tradicionales. Está a la vista lo que propone, está a la vista que no podrá lograrlo, está a la vista que la gente igual lo vota como ocurre en El Huevo de la Serpiente de la Serpiente, la película de Ingmar Bergman de 1977 ambientada en el Berlín de los años ’20, cuando lentamente los alemanes se suman al veneno del nacionalsocialismo.

Al totalizar, emerge la verdad y acá aparece el estructuralismo. ¿Qué es el estructuralismo, o la estructura? Una ejemplo fácil para explicarlo es utilizando el concepto de frontera. ¿Qué es una frontera? Una línea en un mapa porque sobre el terreno no existe, solo existe sobre la gráfica. Por caso la frontera entre Estados Unidos y México. Es solo una línea frente a nuestros ojos, pero esa línea que no tiene nombre, logra dividir en dos el territorio. Esa es la estructura y sin la estructura es imposible bautizar, o sea, poner en juego el sujeto cartesiano, decir, «parado en la frontera» hacia el norte, Estados Unidos y hacia el sur, México.

Cuando Sergio Massa dice que Javier Milei está loco, en realidad está diciendo que él (Massa) es la razón, es la cordura. Y así se sostienen los conceptos. Al loco se le opone la razón y a la razón a el loco. Sin loco no hay razón y sin razón no loco. Y lo que separa uno del otro, es la estructura.

El problema en esta campaña es que los contrincantes son tres y hace más difícil armar una tatalización cuando hay que pasar de un pensamiento binario. Por eso Sergio Massa eligió un contrincante y no dos. Eligió como la contraparte a Javier Mielei.

Y entonces volvemos al tomate o sea, al principio, a la búsqueda de la verdad, pero ahora tomando una frase de Friedrich Nietzsche (1844 – 1900). ¿Qué dijo Nietzsche? Lanza un concepto fundamental desde su libro La Voluntad de Poder: «No hay hechos, solo interpretaciones» y entonces derriba el concepto de verdad.

Ya no hay una verdad absoluta o divina (por eso dirá también que ha muerto Dios). Pero como muchos creen, no es que se vuelca por una «verdad relativa», un concepto bizarro y mediocre. Nietzsche habla de que cada hecho puede ser interpretado de infinitas maneras y nunca sintetizarlo en una verdad única. Por lo cuál reafirma el rol del sujeto dominante que busca bautizar según los intereses que representa. ¿Por qué bautiza? Porque sino el hecho no existe. ¿Recuerdan? Pienso luego existo, y lo que no es pensado no existe. Entonces al ser pensado se lo hace con palabras y ahí el hecho relevante llega a la vida.

Nadie pensó en la «clase política» como «casta» hasta Javier Milei. El candidato bautizó así a los políticos, a los sindicalistas, a miembros del Poder Judicial y la gente tomó esa interpretación como verdad, se montó a pelo sobre el concepto de «casta» y funcionó sobre aquellos que quieren una ruptura, un cambio, respecto al pasado.

Por eso la «verdad» es lucha, porque nunca está consolidada ya que jamás totalliza y es producto de interpretaciones, por lo tanto epistemológicamente puede variar.

Nietzsche dirá que la verdad es propiedad del hombre más fuerte, el que la pone en juego, lucha por su verdad, y retorna ileso a su comunidad con aquella verdad a cuestas. Es claro y ya lo sabemos: de todas las interpretaciones en lucha, siempre va a triunfar la que tenga más poder para imponerse.

Para ello es importante contar con los Aparatos Ideológicos del Estado, los No Gubernamentales y los Privados (como las redes sociales). Eso al sujeto dominante le da poder y si sabe usar esos Apartos, podrá imponer una verdad. Pero nada mejor que la fuerza.

Por caso Inglaterra y las Islas Malvinas. Inglaterra logra imponerse a traves de la fuerza y los Aparatos Ideológicos Internacionales. Y a través de la fuerza y esos aparatos, como la Organización de las Naciones Unidas, sostiene su verdad: Las Malvinaas son inglesas. Todo lo que haya por demostrar no cuenta, cuenta la fuerza con que Inglaterra ejecuta su verdad.

Ahora, ¿qué sucede con la totalización que nos propone una realidad? Todavía no es sólida, no hay clima de acuerdo porque el monopolio de la voz sigue fragmentado, no hay una verdad para todos aunque algunas construcciones del lenguaje están cerca como por ejemplo «otorgar planes sociales no es un proyecto de país» y sus similares.

Sin embargo, está claro qué hace el sujeto dominante anque no lo sepa. Busca el centro. El centro acá no es punto medio entre dos límites. El centro donde él se para y todos se le acercan, o comparten lo que dice. El centro, en política, puede ser un borde, un ángulo, o estar por fuera de la forma de la política. El centro es uno y uno es la medida de todas las cosas (lo recuerdan). Esto define el discurso político.

Y para ese discurso político en que uno me piensa y es medidad de todas las cosas necesita poder, y el poder se lo dará la palabra que bautizará cada una de las frustraciones de los argentinos y al tiempo que las hará parte de la realidad. Acá entramos en el terreno de las interpretaciones. O sea, el candidato debe interpretar al elector que en general vota de manera emocional. ¿Qué significa que lo debe interpretar? Que le tiene que dar forma a las frustraciones que tiene el elector y deterrminar los puntos que le molestan. Por lo tanto, la agenda está en el elector y no en los medios, ni la domina el candidato.

Es muy despectivo decir que la gente repite porque cuando lo hace, lo hace en base a sus interses en busca de una narrativa más ordenada. Pero el clima que lo rodea, le da anclaje a manera de pensar. Un transportista que todos los días sale con su vehículo y debe alterar su camino por cortes piqueteros, ¿qué piensan que va a opinar a la hora de emitir su voto?

Así que el desafío de Massa, Milei y Bullrich es interpretar a elector y devolverle «verdades» y el que lo logre con mayor eficacia será quién se imponga sobre el resto.




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