Robledo Puch: La Verdadera Historia del Asesino Serial. Joven, hijo único, sin problemas en su casa al que sólo le gustaba reparar motos para luego salir a dar vueltas sin rumbo ni objetivo. Pero detrás sus gustos, las pretenciones se tornaron infernales.
Robledo Puch: La Verdadera Historia del Asesino Serial. Su madre fue Aida Josefa Habendak, una química de nacionalidad alemana que nunca ejerció la profesión en nuestro país y vivía frustrada. Añoraba la vida en su país al que nunca pudo volver y durante sus primeros años en Argentina, había tenido dos intentos de suicidio bajo el peso de la Guerra en Europa. Y al cumpliar los 28 años conoció en Buenos Aires al salteño Víctor Robledo Puch, a quién le decían «Ingeniero», sólo por trabajar como inspector viajante de General Motors, y sus emociones comenzaron estabilizarse.
Y aunque persistía la tristeza de guerra y el futuro no repararía todas esas heridas, Aida y Víctor se enamoraron y finalmente se casaron en la Iglesia San Isidro Labrador. Y aunque a Aida le costaba quedar embarazada jamás se dio por vencida, y el 11 de enero de 1952, luego de muchísimos intentos frustrados, nació su hijo, Carlos Robledo Puch.
Fueron a vivir a Laprida 1569, Florida, partido de Vicente López, junto a Carlitos, «El Milagro», como lo llamaba la madre para sus adentros. Y debía sentirlo así, ya que al llegar Carlos Robledo a sus vidas todo parecío cambiar. Carlitos tuvo una niñez normal aunque luego, frente a la justicia, diría que el trato familiar le era my frío y distante. Pero no recibió malos tratos, abuso ni violencia.
Pese a sus declaraciones, su niñez y su adolescencia fueron sus mejores momentos. A los 5 años, Carlos Robledo fue al jardín de infantes y a misa todos los domingos de la mano de su abuela Josefa. Dos años después, en 1958, comenzó a cursar la primaria. Sus notas no eran las deseadas por sus padres. Aunque le encantaba leer y era muy bueno en matemáticas, los resultados globales eran malos. Entregaba las evaluaciones en blanco, no prestaba atención y no jugaba con nadie en los recreos.
Cuando Carlitos cumplió los diez años, la familia se mudó al Barrio Borges de Olivos y lo cambió de establecimiento educativo aunque no abandonó el conservatorio. En el nuevo colegio, como un desconocido, comenzó los primeros hurtos. Los ataque se concentraron sobre el kiosco del colegio y contra sus compañeros sin que ellos se dieran cuenta. Aunque con muchos castigos de por medio, finalmente los padres lograron que terminara la primaria. Y por la tarde estudiaba en el piano Steiner de su abuela Josefa bajo la mirada de la profesora Virginia Dávalose y rendía los exámenes en el Conservatorio de Música Alberto Williams.
En 1966, lo anotaron en el Colegio Industrial Cervantes, en Florida, Vicente López, donde «lamentablemente» aprendió a usar el soplete (ya verán por qué) y a trabajar la madera, pero comenzó a faltar a clases y se llevó 6 materias durante el primer año del secundario y finalmente repitió.
Lo cambiaron al Colegio Don Orione de Tigre, pero se empezó a portar mal y a tener peores notas. Hasta se robó $1.500 de la secretaría del colegio, lo atraparon y finalmente fue expulsado.
Sus padres decidieron que dejara los estudios. Ya había quedado bastante claro que no eran para él, pero le pusieron una condición a Carlitos: que aprenda un oficio así que lo inscribieron en un curso para arreglar radios y televisores.
Carlos Robledo les prometió que iba a trabajar y jamás lo hizo. Por el contrario, por las noches salía con una gomera a romper los faroles del barrio y a meter cigarrillos y fósforos prendidos en los buzones para incendiar el correo de sus vecinos sólo por diversión.
Robledo Puch: La Verdadera Historia del Asesino Serial
Comenzaba a desobedecer cada vez más y más a sus padres y a llevarles la contra. Por otro lado, para cuando ya tenía 15 años, la gente del barrio le hacía la vida imposible a Carlos Robledos Puch ya que sabían que era quién provocaba todos los siniestros. Para agredirlo le decían rarito, afeminado o cara de nene. Además se reían de cómo vestía y cómo caminaba.
Una tarde se robó una radio y se la intentó vender al dueño de una farmacia dónde solía hacer algunos mandados, pero el hombre sospechó que había sido hurtada y el farmacéutico se lo contó a su madre. A lo que ella respondió: – «Si mi hijo la quiere vender la radio, que la venda, él necesita dinero para comprarse una bicicleta».
El farmacéutico se la terminó comprando, pero al poco tiempo la policía se la secuestró por ser robada.
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El comienzo de la carrera criminal
Sin embargo, el robo que iba a marcar el inicio de la segunda etapa de Carlos Robledo Puch iba a ocurrir un 15 de diciembre de 1968. Ese día entró al taller de Marcelo Chizzini, un ex campeón argentino y sudamericano de motociclismo, y le robó una Siambretta.
Se paseó por todo el barrio, le gustaba alardear de la moto que había robado. Uno de los integrantes de su grupo de «amigos» quiso comprársela, pero el hijo del dueño del taller de Marcelo Chizzini vio a Robledo Puch con la moto, le pegó una trompada y lo entregó a la sub comisaría de Vicente López.
Ahí Robledo Puch confesó «voluntariamente» 5 hurtos y 9 robos. Inexplicable. Después de eso un juez de menores lo mandó a un reformatorio: la Escuela de Artes y Oficios José Manuel Estrada, ubicada en la zona de Los Hornos, partido de La Plata. Sus padres mantuvieron este hecho oculto por la vergüenza que le causaba.
Al año siguiente de 1969 Carlos Robledo Puch le dijo al director del reformatorio que no tenía comunicación con sus padres, que ellos no lo entendían. Y sumó: «mi padre es poco afectivo, nunca fuimos amigos, en realidad, no tengo ningún amigo».
De todos modos, se portaba muy bien, hacía las tareas que le asignaban y lentamente se relacionaba con sus compañeros del internado, aunque no se salvó de algunos maltratos. Otros chicos del lugar le decían mariquita y le pegaban. Finalmente la madre obtuvo un permiso para llevarlo a su casa, mientras tanto, Carlos le prometió nunca más volvería a robar. Y habló con su padre y le prometió nunca volver a manchar el apellido Robledo Puch. Sólo estuvo sólo 20 días internado en el hogar quién sería un asesino serial.
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Para 1969, cuando ya tenía 17 años, conoce a la adolescente Mónica Acosta de 15 años, que tenía una hermana melliza. Una noche, en un bar, Mónica se acercó a Carlos Robledo Puch, hablaron y se besaron. Carlos Robledo Puch se enamoró perdidamente de Mónica Acosta, hasta se tatuó su nombre en el pecho y prometió casarse con ella. Pero el romance se dispersó.
Pensaban contraer matrimonio en 1975 y tener dos hijos. «La conocí en una fiesta. Era del vecindario. Sentimos como un flechazo. Éramos dos púberes. Hubo cariño mutuo desde el principio», le dijo años después el asesino al periodista Rodolfo Palacios, autor del libro biográfico El Ángel Negro. «No sé si alguna vez me enamoré en la vida», sumó Carlos Robledo Puch.
Mónica Acosta nació un dos de febrero. Practicaba danzas clásicas, y era de clase media. Usaba el pelo lacio. Era una de las chicas más lindas del barrio. «Los dos estaban muy enamorados. Con su hermana, eran las ‘bochos’ de la clase. Eran queridas por todos. Tenían padres maravillosos que se desvivían por ellas», sumó una de sus compañeras de secundario, María del Carmen Martínez Llenas.
Y luego agregó: «Me sorprendió verla a Mónica con noviecito, porque era una chica correcta y discreta. El noviazgo era muy serio. Carlos conocía a sus padres y visitaba a Mónica en su casa. A ella la dejaban salir poco así que se la pasaba estudiando», reconstruye su ex compañera.
Pero la relación se fue diluyendo mientras crecían las atrocidades que cometía Carlos Robledo Puch.
Luego de volver a cursar primer año del colegio industrial y no repetir, Aida y Víctor inscribieron a Robledo Puch en el segundo año del Instituto Cervantes de Vicente López para que siga sus estudios, luego consiga un trabajo y finalmente deje de robar. Pero justamente en esa escuela, a los 18 años, Carlos Robledo Puch conoce a Jorge Antonio Ibáñez, otro estudiante dos años más chico, que decía orgulloso que por las noches entraba a las iglesias a robar la limosna que dejaban los fieles.
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En el colegio los dos empezaron a tener muy mala conducta. Robledo Puch era muy inteligente, pero odiaba estudiar. Pensaba que era perder el tiempo.
Un día Carlos Robledo Puch le contestó mal a una profesora y lo mandaron a dirección. La directora comenzó con una charla pero ante la indiferencia de Carlos Robledo Puch, lo retó. Entonces el adolescente reaccionó de manera violenta. Tomó una silla y la tiró contra una pared. Lo terminaron expulsando, obvio, del Instituto Cervantes de Florida, Vicente López. Y ya no hubo más que hacer.
A los pocos días, Jorge Antonio Queque Ibáñez también fue expulsado del Instituto Cervantes y de inmediato lo invitó a Carlos a su casa y le presentó a su padre, un hombre bastante turbio con muchos antecedentes policiales. En esa primera reunión, le enseñó a disparar una escopeta a Carlos Robledo Puch.
Desde ese día Carlos Robledo Puch prácticamente no volvería a su casa, ya que estaba cansado de que sus padres le pongan límites. Simplemente comenzó a vagar por las calles junto a Jorge Ibáñez.
No estudiaban ni trabajaban, sólo se imaginaban millonarios después de algún gran robo. Y así pasaron varios meses hasta que septiembre de 1970 el dúo comenzó a darle forma real a su fantasía. Todo giró alrededor de la joyería de Rachmil Israel Isaac Klinger, llamada el «El Suizo», ubicada en en Maipú y Saenz Peña, Olivos, no sin antes jurar matar a cualquiera que se les ponga por delante, pero no fue necesario.
Entraron a la joyería por el techo, saquearon todas las vitrinas sin nervios, y se fueron por el mismo lugar. Un robo perfecto: sin alarmas, sin disparados, sin policías y sin persecuciones, le dio optimismo a los dos.
De la joyería «El Suizo» fueron directo a pasar la noche en el hotel donde se alojaba Jorge Ibáñez, Tren Mixto, que aún existe, ubicado en Lima 1717, Barrio de Constitución, Ciudad de Buenos Aires..
Ya en el cuarto de Jorge Ibáñez, se repartieron las ganancias que habían obtenida en la Joyería el El Suizo de Olivos en partes iguales. Luego, asaltan un taller de caños de escape a pocas cuadras de la joyería de donde se llevan 110.000 pesos.
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En enero de 1971, dos semanas después, entraron nuevamente al taller de motos de Chizzini en San Fernando y se robaron dos motocicletas: una vieja Guzzi roja de los años cincuenta y una Gilera 150 más nueva, negra y roja. Pero revisando el taller, en un cajón, Carlos Robledo Puch descubre un objeto que lo fascina: una pistola Ruby calibre 32.
Con las dos motos, Jorge Queque Ibáñez y Carlos Robledo Puch querían ir hasta Mar del Plata pero a a los pocos kilómetros, la que manejaba Carlos Robledo Puch se frenó por un problema mecánico.
Cuando Jorge Ibáñez frenó para ayudarlo, pasó un patrullero, se detuvo, le pidió los papeles de las dos motocicletas y admitieron no tenerlos. Así que debieron acompañarlos caminando y empujando las motos en punto muerto hasta la comisaría.
Pasaron la noche en dos celdas donde les tomaron las huellas digitales. Los ladrones presentaron dos libretas de enrolamiento falsas. La de Carlos Robledo Puch decía que se llamaba Carlos Alberto Ferreira y la de Jorge Ibañez, decía Juan José Oviedo.
La policía liberó a Carlos Robleado Puch con la condición de que vuelva en menos de una hora con la documentación de las motos. Pero Robledo Puch se tomó un taxi, buscó el botín del robo a la joyería y se tomó el tren a Mar del Plata. Ahí vendió varias de las joyas que en total tenían un valor de 100.000 pesos y vivió bastante tranquilo. Iba a bailar cada noche o caminaba por la costa y la rambla.
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En una de esas noches solitarias, conoció al rosarino Héctor Somoza y se hicieron amigos. Héctor era panadero y aún no sabía muy bien cuál era el trabajo de Carlos. Mientras todo esto ocurría en Mar del Plata, Ibañez pasaba 18 días preso en la comisaría por no tener los papeles de las motos. Finalmente lo sacó su padre y ambos quedaron bastante enojados con Robledo Puch por la traición.
Sin embargo, tiempo después, Jorge Ibáñez vuelve a encontrarse en la puerta de una pizzería con Carlos Robledo Puch pero acompañado por Héctor Somoza. Carlos le presentó a Héctor Somoza a Jorge Ibáñez y se fueron a ver una película. Cuando terminó, Carlos se fue con su antiguo «socio» Jorge para hablar de un trabajo, lejos de del panadero Héctor Somoza, que aún no estaba enterado de nada.
Esa misma noche y pese al rencor, planearon otro robo y lo llevaron a cabo al otro día. Saquearon una caja fuerte de una casa de silenciadores y caños. La tuvieron que abrir con un soplete y un destornillador.
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El Inicio de la sangre y el fin de Carlos Robledo Puch
Todo su carrera criminal ocurrió en lo que se conoce como la «Riverta Norte», la región metropolitana que va desde Retiro a San Fernando. Y Carlos Robledo Puch, en menos de un año, pasó a ser un terrible trago para la historia actuando en Acassuso, Martínez, Olivos y Vicente López.
Todo comenzó el 15 de marzo de 1971, junto a Jorge Ibañez, cuando estaban a punto de entrar a la discoteca Enamour ubicado en Espora 3285, Vicente López. Del mismo local bailable, unos días atrás habían echado a Jorge Ibáñez por pelearse con un barman y ellos juraron volver y romper todo. Y así lo hicieron. Entraron por un jardín lateral, destrozaron parlantes, sillones, se robaron discos y 350.000 pesos de la caja.
Estaban a punto de irse hasta que Jorge Ibáñez le avisó a Carlos Robledo Puch que había dos personas durmiendo en una pieza del fondo. Acto seguido y sin siquiera pensarlo, Robledo Puch sacó la Ruby .32, les disparó en la cabeza desde la puerta de la habitación y de esa manera mató en segundos a Félix Pedro Mastronardi (35), el encargado de la discoteca, y a Manuel Jesús Godoy (23), el barman con el que Jorge Ibáñez se había peleado.
Antes de salir del lugar, robaron 2 millones de pesos de un armario metálico y, para festejar, bailaron en la pista del lugar, sin música, y a oscuras. De esa manera se daba inicio a la lista de asesinatos de Robledo Puch.
El 15 de marzo de 1971 comenzarían con dos víctimas y se ampliaría el 9 de mayo de 1971. Carlos Robledo Puch tenía tan sólo 19 años. Sí, sólo 19 años.
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Los Bianchi
El 9 de mayo de 1971, José, Dora y su beba de 10 meses, conocidos como la familia Bianchi, ya estaban en la cama dormitando con la televisión encendida en una habitación ubicada al fondo del local de venta de repuestos de automóviles Mercedes-Benz, en Vicente López. La beba dormía en una cuna entre las camas del padre y la madre.
A las 04.00 de la mañana José Bianchi (29) se despertó por los ladridos del perro. Luego, escuchó pasos en la cocina y entonces se sentó en la cama y estaba a punto de pararse para ver que pasaba cuando desde las penumbras sale Robledo Puch apuntándole con su arma directamente a la cabeza. José no llegó a decir una palabra que Robledo Puch le disparó dos veces y murió en ese instante.
Dora, su mujer comenzó a gritar y Robledo Puch entonces también le dispara para matarla. Pero no puede. Solo la hiere con 2 balazos: uno en el hombro y otro en el cuello. Acto seguido, Jorge Ibáñez se tira encima de ella y la viola. De repente la mujer se calla y creen que murió. Luego roban toda la plata que encuentran en el domicilio y escapan.
Pero, antes de irse, Robledo Puch vuelve a disparar una vez más. La bala queda incrustada en uno de los barrotes de la cuna del bebé. Jamás se supo si fue un error de puntería, una bala perdida o si realmente Carlos Robledo Puch intentó matar a una beba de 10 meses.
Después de eso salen de la casa tranquilos con 400.000 pesos. A los días leen en el diario que la mujer sobrevivió, pero se quedan tranquilos porque las investigaciones apuntaban a un crimen pasional. Esa beba que estaba en la cuna hoy en día tiene 40 años. Ni ella ni su madre quisieron hablar con la prensa nunca.
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El robo al supermercado Tanti
El 24 de mayo de 1971 ya tienen otro plan armado: robar el supermercado Tanti, también en Olivos. Entran por el techo y Robledo Puch ve al sereno Juan Scattone (61) durmiendo sobre una mesa, quién jamás se despertaría ni con todo el ruido que hicieron para ingresar. No les vio la cara así que podrían haber robado e irse, o incluso atarlo, pero eso no estaba en los planes de Robledo Puch. Le gustaba matar.
Se acercó al sereno quedándose a un metro y medio de distancia, levantó el brazo, apuntó a la cabeza de Juan Scattone y disparó 2 veces. Acto seguido abrieron una oficina golpeando la puerta con un matafuegos y robaron una tonelada de dinero: 5 millones de pesos. Era el robo con el botín más grande hasta el momento.
Destapan una botella de whisky y brindan en la oscuridad cerca del cadáver y luego se van en la moto que habían dejado muy cerca del lugar.
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El Caso Virginia Rodríguez
Aunque tenían dinero el botín del supermercado, 13 de junio de 1971, Jorge Ibañez entra a un garaje del barrio de Constitución, en Capital Federal, mata de un tiro al cuidador, se roba un Ford Fairlane, atraviesa toda la ciudad y pasa a buscar a Robledo Puch por un bar.
Salen a dar vueltas por Olivos buscando el próximo objetivo y en la Avenida del Libertador al 3800, Jorge Queque Ibáñez ve una mujer y atractiva que sale de un boliche. Ibáñez frenó y le dijo Robledo Puch que la invite a subir y que si se negaba la obligue con el arma. Esa chica era Virginia Rodríguez (16), una huérfana que sin su trabajo de vendedora de cosméticos del cual la habían echado, ejercía la prostitución.
La pobre Virginia Rodríguez ya había intentado suicidarse 2 veces. Una con veneno para hormigas, pero no fue suficiente. Y otra tirándose a la vías del tren, pero el maquinista frenó a tiempo. Pero sin saberlo, el 13 de junio de 1971, Virginia Rodríguez se cruzaría con la muerte en persona.
Robledo Puch siquiera intentó convencerla de subir al auto porque ya sabía como terminaría todo. Bajó con el revólver en la mano, se lo mostró a Virginia Rodríguez, lo apoyó en la espalda de la adolescente y la obligó a subir al vehícuo.
Arrancaron, tomaron Panamericana, estacionaron en la banquina de tierra y Jorge Ibáñez decidió que era el lugar indicado para concretar el crimen. Se movió al asiento de atrás, desnudó a Virginia Rodríguez y comenzó a violarla.
Robledo Puch estaba tanto nervioso, mira por la ventanilla hacia el exterior pero algo no le termina de gustar. Jorge Ibáñez le grita que se baje porque no se podía concentrar. Y Carlos Robledo Puch, sumiso, baja del auto y se sienta en un costado de la calle. Minutos después Jorge Ibáñez y Virginia Rodríguez también bajan del auto, y el violador le dice «podés irte».
La chica da unos pasos por la ruta, hasta que Jorge Ibáñez le hace una seña a Robledo Puch, seña que indica que la mate. A tres metros de distancia, Carlos Robledo Puch le disparó cinco veces a la adolescente de 16 años Virginia Rodríguez y finalmente pudo acabar con su vida.
Cínicos, los dos se acercan, la revisan y le roban el dinero que tenía en la cartera. Logran sacar el auto del barro, arrancan y se van. Pero a los pocos kilómetros chocan contra un cartel y deciden abandonar el auto dejando atrás a la quinta víctima.
Esa noche, la relación entre Carlos Robledo Puch y Jorge Ibañez comienza a desgastarse. ¿Qué ocurre? En parte a Robledo Puch no le gustó que Jorge Ibáñez haya robado un auto solo. Además, Jorge Ibáñez ansiaba hacerse famoso, ya se había presentado en varios programas de televisión y se codeaba con grandes personalidades y esa exposición a Robledo Puch no le gustaba. Por último, Jorge Ibáñez comenzó a tener una mejor relación con Héctor Somoza que con Carlos Robledo Puch. Y acá comienzan los rumores de que quizás Robledo Puch sentía algo más por el rosarino.
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El Día del Padre, la despedida de Mónica Acosta y la contradictoria madre de Carlos Robledo Puch
El 20 de junio de 1971, el Día del Padre, Víctor y Aída se encontraron de casualidad con Robledo Puch que estaba arreglando una moto en la calle. La madre le suplicó que vuelva a su casa y Robledo aceptó pero solamente con la condición: de que lo dejen hacer su vida.
A los pocos días, Carlos Robledo Puch llama y arregla un encuentro con su novia Mónica Acosta en un bar. Al verse, él le dice que estuvo todo ese tiempo desaparecido ganando dinero como un hombre. Ella suponía que él se dedicaba a la reparación de motocicletas. Es brillante en el colegio, pero también ingenua, tierna. Una adolescente de 15 años que le cree. Carlos Robledo Puch la acompaña a su casa, se despiden con un beso y si bien en ese momento ella no lo sabían, jamás volverían a verse.
Días después, Carlos Robledo Puch le pide a su madre, Aida Josefa Habendak, que le compre un auto pero que lo tenía que poner su nombre. El le daría el dinero. Y su madre, quizás por querer recuperar a su hijo, accede sin preguntar de donde provenía el dinero ni para que era el automóvil aunque le llevaría semanas concretar la compra.
Pero Aida Josefa Habendak le pone como una condición: tiene que quedarse en la casa. Y al mismo tiempo su padre le dice que deje de juntarse con Jorge Ibáñez, pero Robledo Puch lo ignora.
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La relación entre Jorge Ibáñez y Carlos Robledo Puch
Jorge Ibáñez quería seguir secuestrando y violando mujeres, pero a Robledo Puch eso no le gustaba, él quería volver a los robos grandes. El 24 de junio de 1971, Ana María Dinardo, una modelo de 23 años fue a visitar a su novio que trabajaba en el bar Katoa, en Vicente López. A la hora de irse, su novio le dijo que tome un taxi, pero ella le respondió que no porque estaban ahorrando para casarse. Así que iba a ir en colectivo.
La fatalidad existe, al punto que al mismo tiempo que ella salía del bar, Carlos Robledo Puch y Jorge Ibáñez estaban dando vueltas por el lugar en el auto que habían comprado a nombre de la madre del asesino serial. Jorge Ibáñez la vio y le dijo a Robledo Puch que frene porque le había gustado la chica que iba caminando y acababan de cruzarse.
Robledo Puch frenó, Jorge Ibáñez bajó, la amenazó con un revólver y la obligó a subir al auto. Robledo Puch manejó hasta la Panamericana y fue hasta el mismo lugar donde habían matado a Virginia tan sólo 11 días atrás.
Jorge Ibáñez intentó violarla pero Ana María Dinardo le dijo que estaba indispuesta. A Jorge Ibáñez no le importó e insistió. Pero Ana María Dinardo practicaba karate así que se defendió. Jorge Ibañez finalmente se rinde, la deja vestirse y le dice «te vamos a dejar bajar» y efectivamente lo hacen. Claro que se trataba de una farza para no estropear el automóvil. Le había visto el rostro a los dos. Ana María Dinardo camina unos metros hasta que durante marcha se interrumpida por los 7 balazos que le incrusta en la espalda Robledo Puch.
Se acercan al cadáver, le roban la plata que tenían y un encendedor. Antes de subir al auto e irse, Robledo Puch le destroza una mano de un balazo. Puro odio.
Jorge Ibáñez lo mira extrañado y luego se van. La policía nuevamente se mueve sin ningún dato concreto. Sospechan del novio de Ana y de su ex, además sobre el crimen de Virginia tampoco hay datos. Creen que la mató el proxeneta que la obligaba a prostituirse.
Nadie buscaba a Jorge Ibáñez y nadie buscaba a Carlos Robledo Puch. Tampoco conectan los robos y los asesinatos con los dos criminales.
La compra del auto
El 8 de junio el dúo entra a robar una casa de azulejos en San Isidro, se llevan 7 millones de pesos de esa época sin herir ni matar a nadie. Y al otro día, la madre de Carlos lo acompaña a dejar la seña del auto prometido. Mientras ella firmaba los papeles, Robledo Puch no le sacaba la vista a la caja fuerte del concesionario.
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La muerte de Ibáñez
La noche del 5 de agosto de 1971, Robledo Puch e Jorge Ibáñez iban en auto. El Ángel manejaba sobre la Avenida Cabildo de la Ciudad de Buenos Aires el Siam Di Tella de su padre. De repente, tuvo un «descuido» y se estrellaron contra un taxi de frente. Ibañez, que viajaba en el asiento del acompañante, murió en el acto a los 17 años. Sin más, Robledo Puch le sacó la cédula a Jorge Ibáñez, se bajó del Siam Di Tella y se fue a pie.
Hay dos sospechas, o que Robledo Puch chocó a propósito o que mató a Ibáñez y simuló el accidente. Lo cierto es que la muerte de Jorge Ibáñez marcó una pausa en la carrera criminal de Carlos Robledo Puch. Dejó de matar y retomó sus estudios. Y finalmente su madre le compó un Dodge GTX cupé con llantas deportivas. Le costó 3.041.000 pesos de la época y sin embargo, Aida Josefa Habendak, jamás se preguntó como un chico de 19 años podía acceder a tanto dinero y tener un cero kilómetro.
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Héctor Somoza: De panadero a criminal
Mientras tanto Héctor Somoza seguía trabajando de panadero, trabajo que ya lo tenía cansado. No lo sabía, pero iba a pasar a ser la mano derecha de Robledo Puch.
Héctor Somoza envidiaba la vida de Carlos Robledo Puch que se paseaba en motos de alta gama y que salía a tomar alcohol todas las noches y tenía un auto deportivo. El sueldo de él no le permitía esas cosas. Según lo que Robledo Puch le decía, ganaba plata arreglando motos y autos, pero Héctor Somoza ya no le creía.
Días después y ante una pregunta de Héctor Somoza, Carlos Robledo Puch le termina contando absolutamente todo aunque pasa por alto un par de muertes. Héctor Somoza, excitado, le dice que quiere formar parte de su banda y entonces nace la nueva dupla criminal.
Pocas semanas después la mamá de Carlos Robledo Puch, Aida Josefa Habendak, viaja a su país natal, Alemania, y permanece cinco meses. Y su padre Víctor Robledo Puch recorre el interior de Argentina por trabajo. Todo ese tiempo que Robledo Puch iba a estar solo para que las cosas empeoraran.
¿Cómo conseguir armar? El inicio de la matanza
El 13 de noviembre de 1971 Héctor Somoza y Carlos Robledo Puch rompen la vidriera de una armería y se llevan un revólver Astra Cádiz calibre 32.
El 14 de noviembre de 1971, Robledo Puch estrelló el Dodge Polara contra un árbol en Figueroa Alcorta y Dorrego y se quedan sin vehículo. Entonces durante un tiempo, los asesinos comienzan a moverse en colectivo.
El 15 de noviembre de 1971, asaltan el supermercado «El Rincón», de Boulogne, San Isidro. Ingresan y lo primeron que hacen es acribillar al sereno Raúl Del Bene (50). Pero encontraron la caja vacía.
Dos días más tarde, el 17 de noviembre de 1971, Robledo Puch y Héctor Somoza acribillaron a Juan Rosas (65), expolicía y vigilador de la concesionaria de autos Pasquet en Vicente López. Pero de nuevo no obtienen demasido dinero. Así que esa misma noche, Robledo Puch comienza a sospechar que su nuevo socio y amigo le traía mala suerte.
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Se rompe la racha
El 25 de noviembre de 1971, entraron en la concesionaria de Santa Fe 999 llamada Puigmarti ubicada en Acassuso, Martínez, en la que su madre le había comprado el Dodge Polara. Se filtraron por el techo, redujeron al sereno y le sacaron las llaves. Pero eso no fue todo tratandose de un asesino serial. Robledo Puch lo mata de un tiro en la nuca a Bienvenido Ferrini (63) y sigue con su trabajo: abrir la caja fuerte, pero no pueden. Acomodan al muerto y le ponen un cuchillo en las manos para que parezca que intentó resistirse. Y como Robledo Puch no quería irse con las manos vacías agarra un teléfono y le dice a Héctor Somoza que es un regalo para su madre. Irónicamente Héctor Somoza se lo regala a su mamá y se lo agradece. Ese teléfono había costado una vida.
Luego de cinco horas quemando la caja fuerte con el soplete, logran abrirla y sacar 1 millón 500 mil pesos. Somoza estaba feliz, era el primer robo con el que sacaban una buena cantidad de plata, pero su felicidad no iba a durar mucho. Pronto se tornarían el infierno. Por lo pronto deciden tomarse unas vacaciones de dos meses luego de tres intentes de robo y tres asesinatos.
El 19 de enero de 1972 sin saberlo, Carlos festejaba su último cumpleaños en libertad, el número 20. Días después, el 3 de febrero de 1972, Héctor Somoza le propone al «Angel Negro» robar una ferretería. Robledo Puch acepta, comen algo y van a buscar las armas y el soplete. Esa noche Robledo y Somoza entran al lugar elegido, la ferretería Masserio Hermanos cercana a la Estación Ferroviaria Carupá de la Línea Mitre en San Fernando.
Pero nuevamente no estaban solos. En el lugar también estaba el sereno, Manuel Acevedo (68). Los dos criminales lo sorprenden y lo encañonan desde atrás, Robledo Puch le dice que se quede quieto, que sólo lo van a encerrar y que no le va a pasar nada.
Manuel Acevedo camina sintiendo el arma en su espalda. Lo meten en un cuarto y lo encandilan con una linterna para que no les vea las caras. Robledo Puch cierra la puerta de la habitación, pero por algún motivo se arrepiente, la vuelve a abrir y lo fusila de dos balazos en la cabeza.
Van a la oficina y comienzan a trabajar en la caja fuerte turnándose con el soplete. La caja era bastante grande, lo que significaba que iban a estar varias horas con esa tarea. Finalmente logran cortar los seguros internos de la caja y pueden abrirla. Encuentran 1 millón 400 mil pesos. Festejan, se abrazan y comienzan a guardar la plata.
Robledo Puch continúa cortando algunos compartimientos más de la caja hasta que de repente, Héctor Somoza lo sorprende por la espalda. Esta parte de la historia es confusa, ya que todo lo que se sabe sale de la boca de Robledo Puch.
Al día de hoy no se sabe si Héctor Somoza solamente quiso hacerle una broma a Robledo Puch o si efectivamente quería traicionarlo. Lo cierto es que al asustar a Robledo Puch, este le pega un codazo en el pecho y lo tira al piso.
Sin dudar siquiera un segundo, Robledo Puch desenfunda el arma y le dispara en la espalda a Héctor Somoza. Agonizante Héctor intenta decir algo, pero Robledo Puch no le da tiempo a nada, lo remata con un tiro en la cabeza.
El principio del fin de Robledo
Robledo busca una botella de alcohol en la cocina del lugar, rocía el cuerpo de Héctor y le tira un fósforo encendido. Para asegurarse de que nadie reconozca su cadáver, le pasa el soplete por la cara y por las manos. Se toma unos minutos para quemar cada dedo de Héctor, para que nadie reconozca sus huellas, pero ese fue el principio del fin de Robledo.
En su apurada huida, se olvidó de sacar de los bolsillos de Héctor Somoza toda su documentación. Documentación que a las horas la policía iba a encontrar un poco quemada y partida por la mitad en el piso de la escena del crimen.
Horas después la policía llega a la puerta de Delfina Armesto de Somoza, la madre de Héctor, y todo comienza a conectarse rápidamente. Le informan sobre la muerte de su hijo y le preguntan qué había hecho en las últimas horas. Ella le dice que había salido con su amigo Carlos Robledo Puch, que siempre andaban juntos y le pasa todos los datos.
Esa noche, 4 de febrero de 1972, Robledo Puch estaba tranquilo tomando una cerveza con un amigo en un bar, mientras 50 policías estaban buscándolo por la zona. Volvió a su casa y se encontró frente a frente con el subcomisario Felipe D’Adamo.
Le preguntaron si conocía a Héctor Somoza y Carlos Robledo Puch lo negó, a pesar de que aún tenía la ropa y la cara manchada con cenizas. Él decía que eso era sólo mugre por andar en moto todo el día, pero no le creyeron nada. Lo esposaron y lo llevaron a la comisaría.
El oficial no lo sabía pero tenía en el patrullero al mayor asesino serial de la historia criminal argentina. Sin embargo, no tenían mayores pruebas para culpar a Robledo Puch. Aunque el comisario estaba seguro de que él era el asesino, lo detuvieron, revisaron la casa y lo llevaron a la comisaría.
No era para menos. En el piano ubicado en el comedor, encontraron escondidos en un rincón dinero de los robos, dos revólveres calibre 32 y cinco calibre 22.
Comenzaron a asustarlo y amenazarlo, lo llevaron a otra pieza, lo desnudaron, lo ataron con sogas mojadas y comenzaron a torturarlo con una picana eléctrica en la lengua, brazos, testículos, manos y pies. Minutos después, Robledo Puch decide hablar. Durante toda la noche de ese 4 de febrero, va a detallar cada uno de sus crímenes y desde ese día no conocería más la libertad.
Cuatro días después, el 8 de febrero de 1972, todo el caso se hizo público. Carlos Robledo Puch había cumplido 20 años hacía 27 días, el 11 de enero de ese año.
Durante días, los diarios solamente iban a hablar del «Ángel Negro», «El Ángel de la Muerte», «El Chacal», «Carita de Ángel», «Gato Rojo», «Canalla Inmoral», «Asesino con cara de Ángel», «Monstruo», «Retardado Moral», «Criminal Afeminado», pero ninguno de loco o psicópata.
Los medios sacaban ediciones limitadas con fotos inéditas que se agotaban a las horas. Entrevistaban a familiares, vecinos, y hasta alguna kiosquera que alguna vez le vendió un atado de cigarrillos a Robledo Puch.
Todo el mundo escribía sobre el caso, detectives, criminalistas, médicos y hasta astrólogos. Sí, astrólogos. Una revista le dedicó media página a un astrólogo llamado Cariño. Este hombre decía que analizó la fecha de nacimiento de Robledo Puch, o como él le decía, «pequeño mozalbete», para finalmente llegar a la conclusión de que los nacidos el 19 de enero de 1952 tuvieron vidas complicadas por la infausta oposición de los planetas Saturno y Urano ya que son maléficos.
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Se comenzó a especular con todo, desde una posible homosexualidad de Carlos Robledo Puch hasta con los conceptos más discriminatorios y racistas que existían como por ejemplo que era inexplicable que un joven tan lindo sea asesino un asesino serial.
Hasta ese entonces solamente se creía que todo asesino tenía que ser feo, bruto, ignorante, marginal y sobre todas las cosas «negro».
Pero no sólo escribieron sobre Carlos Robledo Puch. Los padres del «Ángel Negro» fueron objeto de un sin fin de críticas. Llegaron a escribir que Aida Josefa Habendak había parido un hijo puro de Tánatos, un ser de la mitología griega, personificación de la muerte sin violencia.
Decían que sí Robledo Puch hubiese vivido en la Alemania de Adolf Hitler habría sido el héroe del batallón y que tendría el pecho lleno de medallas. Acusaban a sus padres de no haber estado presentes en su educación, de no haberle prestado atención, los atacaban de todos lados. Algunas pericias decían que su madre nunca asumió su rol materno. Después de seis días comenzaron las reconstrucciones de los crímenes.
Cada vez que lo trasladaban a un «lugar del hecho» para su reconstrucción, una multitud rodeaba el móvil de Robledo Puch y a los policías para intentar atraparlo y lincharlo.
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El Juicio de Robledo Puch
Mientras la instrucción del juicio se llevaba adelante, Robledo Puch es trasladado de la Brigada de Martínez al Penal de La Plata. Y en su traslado participa Roberto Pettinato, hombre del Servicio Penitenciario Nacional, creador de la Escuela Penitenciaria de la Nación y padre del saxofonista de Sumo aunque cueste creerlo y «proscripto» en los medios acusado de abuso sexual.
No dejaban de sorprenderse por el aspecto angelical de Carlos Robledo Puch. En la reconstrucción del crimen del encargado de la discoteca y del barman, el juez le preguntó: – «¿Porqué los mató si estaban durmiendo?» A lo que Robledo le contestó: – «Y qué quería, ¿qué los despertara?
Un periodista le preguntó si estaba arrepentido y Robledo dijo: – «A todos los que maté, les hice un bien. La que no era puta era un pobre tipo sin ninguna esperanza en la vida, la de ellos no era vida, les hice un gran favor, para vivir así, es mejor estar muerto».
Los médicos que lo analizaron descubrieron que no tenía un desequilibrio mental como para evitar la condena perpetua. Los especialistas trazaron mil hipótesis pero ninguna sirvió para explicar lo que llevó a Robledo Puch a matar 11 personas por la espalda.
Robledo intentó escaparse de la cárcel pero lo descubrieron cuando el prófugo preso le daba una caja llena de sierras para cortar los garrotes. Además, antes de eso se había tragado una cuchara a propósito y había amenazado a un guardia.
En julio de 1973 sí logró escaparse de la Unidad 9 de La Plata. Fingió un ataque de asma junto a un compañero de la cárcel y cuando los guardias cometieron el error de dejarlos solos en la enfermería, se fugaron.
Para la fuga tenían preparada una soga de sábanas trenzadas y un gancho especial para asegurarla en lo alto de la muralla. La niebla impidió que el guardia de ese lugar observara el desplazamiento de los prófugos. Lo hizo el del otro extremo, quien con una ráfaga de ametralladora. Carlos Robledo Puch logró salir pero impidió la fuga de su cómplice Rodolfo Sica, procesado por homicidio calificado.
A su compañero lograron agarrarlo ya que al intentar trepar el primer muro cayó del lado del adentro.
«Escapó el Asesino Niño: Cara de Ángel Puch vuelve a emboscarse en las sombras de la Ciudad», tituló Clarín al día siguiente, cuando la noticia estalló en la tapa de todos los diarios. El joven prófugo pasó 68 horas en libertad, mientras miles de uniformados lo buscaban sin descanso por toda la provincia.
Pasó tres noches dentro de botes en un club náutico hasta que irónicamente lo echó un sereno que lo despertó. Sí, un sereno echando al asesino de serenos.
Seguían sin encontrarlo hasta que dos policías de civil le pidieron que se identificara. Fue un 10 de julio de 1973. Ni siquiera lo estaban amenazando o apuntándole con un arma, pero Carlos Robledo Puch, que ya estaba cansado porque no comía desde hacía tres días dijo sin oponer resistencia «no tiren, soy Robledo Puch» y les acercó las muñecas para que lo esposen.
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Al día siguiente la madre, absolutamente negadora de la frialdad del chico, da a entender que estaban en comunicación con él y junto al abogado del joven criminal, le dice a la prensa: «Nosotros queremos decir, el doctor y yo, que Carlitos se iba a entregar iba a venir con nosotros tranquilamente si teníamos todas las garantías que eso es lo que más me interesaba, que tengamos las garantías de que no lo maten, no le tiren algo. El quería venir con nosotros pero se ve que estuvo mucho tiempo en la zona, no sabía donde ir y lo encontró la policía primero. Espero que tenga la oportunidad, eso es lo que más me interesa» porque «la prensa hizo mucho daño».
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Comienza el Juicio
Un 4 de agosto de 1980 comienza el juicio. Fue dividido en tres etapas y desfilaron unos 92 testigos. Robledo Puch asistió a todas las audiencias.
La hora 20:30 minutos ingresa el acusado en la sala, comienza a intercambiar impresiones con su defensa y se está a la espera de la presencia de la corte para conocer la señal del veredicto.
Y el 27 de noviembre de 1980 es condenado a reclusión perpetua. Se presentaron 36 cargos en su contra.
Diez homicidios calificados, 1 homicidio simple, 16 robos calificados, 2 raptos, 2 violaciones y 5 hurtos menores.
La condena: perpetua. Cientos de fanáticas le enviaban cartas a la cárcel. Es más, el día que le leían la condena Robledo Puch escribía en una libreta. Sus abogados pensaban que estaba dejando indicaciones para ellos pero no, estaba respondiendo cartas de sus admiradores. Cuando escuchó que lo condenaron a cadena perpetua, dijo que todo era un circo.
Desde ahí en adelante siempre se contradijo sus relatos. Al principio decía que Jorge Ibañez lo obligaba a matar a todas esas personas, pero tiempo después se hizo cargo.
El 28 de marzo de 1981 fue trasladado al penal de Máxima Seguridad de Sierra Chica, dónde pasó la mayor parte de su vida.
En 1982 escribió una carta al presidente Leopoldo Fortunato Galtieri diciéndole que se ofrecía como voluntario para combatir en las Islas Malvinas, pero jamás le respondieron. El decía que no quería nada a cambio, solamente se ofrecía porque le gustaba ayudar.
En 1993 falleció su madre Aída, se dice que se suicidó. Era la única persona que iba a visitar a Carlos.
A fines de 2001 tuvo un brote. Se disfrazó con unas antiparras,una capa y quemó un taller del penal asegurando ser Batman. Lo mandaron a la Unidad de Melchor Romero para que reciba un tratamiento psiquiátrico. Allí se reencontró por un breve lapso con su padre luego de siete años.
En 2005 murió su padre y oficialmente Carlos Robledo Puch se quedó sin nadie que lo espere si algún día llegase a salir de la cárcel. Todos sus otros parientes hicieron todo lo posible para despegarse de él.
Es el preso argentino que más años lleva en una cárcel. A nivel mundial, ya superó el récord de Charles Manson, que pasó 46 años preso.
Mientras Robledo Puch estaba tras las rejas nuestro país pasó por dos dictaduras y hasta elegimos 15 veces presidentes de la Nación.
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Ese mismo año, la Justicia le negó la libertad aunque ya cumplió la pena. El fallo, lo firmaron los camaristas Oscar Quintana y Ernesto García Mañón. No sólo rechazaron otorgarle la libertad por
La defensora oficial de Robledo Puch, Patricia Colombo, alegó en su pedido la libertad que realizó en marzo de 2011. Pero el juez de Ejecución Penal de San Isidro, Diulio Cámpora, la había denegado. La defensora criticó que Robledo Puch pasó “casi toda su vida institucionalizado” y “nunca se procuró” la “posibilidad de evaluar el trabajo extramuros como modo de ampliar y evaluar su desempeño”, sino también la libertad condicional y el arresto domiciliario.
En el 2011 le resumió a la prensa su vida. «Pasé más tiempo en prisión que fuera de ella. No soy un peligro para nadie, ni para mí mismo. Ni siquiera me lastimo cuando me afeito. Tal vez, no haya conocido la felicidad, ni de niño, ni de jóven, ni de viejo. No he vivido nada».
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Cumplió la condena pero nadie quiere firmar su libertad
En las últimas décadas 15 años pidió la libertad condicional 10 veces. Su defensa siempre argumenta que su pena está agotada, cosa que es cierta. En nuestro país la cadena perpetua es de 35 años. O sea que hace 13 años que debería estar libre. Técnicamente es ilegal que siga preso, pero la cámara de apelaciones de San Isidro siempre rechazó sus pedidos.
Sencillamente nadie quiere firmar su libertad. Por un lado porque todos están seguros de que es prácticamente imposible que pueda readaptarse a la sociedad. Según los peritos sigue siendo peligroso. La pericia de quienes lo analizaron dice textualmente que «Robledo es un psicópata cruel y desalmado». Además sería un escándalo mediático.
Robledo Puch llegó a enviar una carta a la Corte Suprema diciendo lo siguiente: «Como me siguen negando la libertad: ¿porqué no me cambian la pena por una inyección letal?»
Pero sus declaraciones no lo ayudan. En una ocasión dijo que necesitaba todos los libros de Juan Domingo Perón porque tenía un deseo de hacer un llamamiento a la juventud argentina para hacer la nueva revolución peronista. Literalmente quería ser el nuevo líder popular del país.
Antes del estreno de la película que está basada en su vida, «El Ángel», dijo que quería cobrar 1 millón de dólares por su historia y que quería que su papel lo interprete Leonardo Di Caprio, y que sea dirigida por Steven Spielberg, Martín Scorsese o Quentin Tarantino.
Cuando salió la película, en 2018, a Robledo Puch no le gustó para nada. Dijo que eso era ciencia ficción y no su vida.
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Durante un exámen psicológico le preguntaron qué haría si saliese en libertad y Robledo Puch en un principio dijo que quería suceder a Perón. Pasaron los años y ante la misma pregunta dijo «si salgo libre, voy a matar a Cristina Kirschner».
El insiste en que su caso es una injusticia y que no mató a nadie, pero al mismo tiempo le dijo al perito Osvaldo Rafo, que examinó unas 25 veces a Robledo Puch, que había matado a más de 20 personas.
El 23 de mayo de 2019, después de ser internado por una neumonía multifocal, fue trasladado del penal de Sierra Chica a la Unidad Olmos Cárcel de Encausados, donde está en un pabellón que no tiene muros, solamente un alambrado. Ahí se alojan solamente internos que no cumplen condenas por delitos graves o que están prontos a recuperar su libertad.
La mayoría mayores de 60 años. En el caso de Robledo Puch está ahí prácticamente por pena, nadie sabe qué hacer con él. Claramente fue condenado por delitos graves y claramente está bastante lejos de recuperar su libertad.
Triste e irónico por toda la gente que perdió la vida, Wikipedia lo describe como «Asesino en Serie y Mecánico».
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Anexo y Síntesís
Los 5 asesinatos de Robledo Puch con Jorge Ibáñez y el asesinato de su cómplice
- 1) El 15 de marzo de 1971: El primer golpe de Robledo Puch e Ibáñez fue en el boliche Enamour de la calle Espora 3285, en Olivos. Allí asesinaron a tiros al sereno Manuel Godoy y también al encargado del negocio, Pedro Mastronardi.
- 2) El 3 de mayo de 1971, José Bianchi, sereno de una casa de repuestos de Vicente López ubicada en Ricardo Gutiérrez al 1.500 fue ejecutado a tiros mientras que su esposa fue herida a balazos y violada en el mismo hecho, con la beba de diez meses a su lado.
3) El 24 de mayo de 1971, Juan Scattone, sereno del supermercado Tanti, también de Olivos ubicado en Maipú y San Lorenzo, fue acribillado a balazos y los homicidas brindaron con whisky alrededor de su cadáver.
4) El 13 de junio de 1971, la joven Virginia Rodríguez fue raptada, violada y ejecutada a tiros a la vera de la Carretera Panamericana.
5) El 24 de junio de 1971, otra joven, Ana María Dinardo, fue raptada a la salida de un boliche de Olivos, también fue violada y asesinada a balazos en el mismo lugar que Rodríguez.
6) El 5 de agosto de 1971, Jorge Queque Ibáñez murió en un presunto accidente automovilístico que también involucró a Robledo Puch. - Por la muerte de su primer cómplice, Jorge Antonio Ibáñez, de 17 años, quien murió en extrañas circunstancias en un accidente de tránsito en el que Puch también iba en el vehículo el 5 de agosto de 1971, nunca fue juzgado ni condenado y su muerte fue catalogada como accidental.
- Los cuatro asesinatos con Héctor Somoza y el asesinato de su cómplice
- 1) El 15 de noviembre de 1971, Robledo Puch y su nuevo cómplice Héctor Somoza, asesinaron a Raúl Del Bene, guardia del Supermercado Rolón ubicado en Boulogne.
- 2) El 17 de noviembre de 1971 acribillaron a Juan Rozas, vigilante de una concesionaria de autos.
3) El 25 de noviembre de 1971 asesinaron a otro sereno de agencia de auto, Bienvenido Ferrini.
4) El 3 de febrero de 1972 fusilaron a Manuel Acevedo en una ferretería y luego de una pelea Robledo Puch, éste lo mató de dos balazos a su cómplice Héctor Somoza. - ¿Qué pasó con la familia?
- ¿Qué pasó con la familia de Robledo Puch? Aída su madre sobrevivió a dos intentos de suicidio y terminó internada en un neuropsiquiátrico, donde murió en 1993. Su pade, Víctor Robledo Puch falleció el último día de 2005.
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