¿Qué sabés del único accidente nuclear de Argentina que se oculta desde hace décadas? No fue ni apenas un mala copia del Chernobyl, una catástrofe en el centro de Europa, aunque a algunos les guste hacer comparaciones. Se trató de una falla humana pero con un porcentaje altísimo de obsolescencias, protocolos que se naturalizaron con el tiempo y nadie supervisó. A su vez, los operarios trabajan con los elementos deteriorados que habían. También hubo deficiencia de personal. Todos estos factores desencadenaron una excursión de potencia en el reactor de investigación denominado RA-2.
¿Qué sabés del único accidente nuclear de Argentina que se oculta desde hace décadas? Ocurrió el viernes 23 de septiembre de 1983, con la dictadura en retirada en el Centro Atómico Constituyentes, ubicado en el Municipio de San Martín y pegado a la la Avenida General Paz, cerca al Gasómetro Alemán ya en desuso, por lo tanto, frente a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Y a su alrededor ciento de viviendas y locales comerciales de magnitud:
Hasta el momento, éste ha sido el accidente de mayor gravedad en la historia del desarrollo nuclear argentino, con consecuencias letales para el técnico a cargo de los ensayos. Otras 17 personas sufrieron diferentes niveles de radiación según la distancia en que se ubican en relación al RA-2. Y fueron monitoreados médicamente durante años pero no sufrieron consecuencias posteriores.
El lugar estaba repleto de gente ya que ahí funciona el Instituto Jorge Sábato, que forma especialistas de grado y posgrado en ciencia de los materiales, el acelerador de partículas TANDAR13 y laboratorios en los que se estudian nanotecnología y energía solar.
Y aunque parezca una escena de fantasía, en los jardines del Centro Atómico Constituyentes existe el clon del manzano de Isaac Newton, que brotó luego de obtener un gajo del árbol original que aún se encuentra en el jardín de la casa del científico en Woolsthorpe Manorg (Inglaterra), en el que hoy funciona un museo.
¿Qué sabés del único accidente nuclear de Argentina que se oculta desde hace décadas?
El viernes 23 de septiembre de 1983, durante la tarde, fue programada una modificación en la configuración del núcleo del Reactor RA-2.
La idea era con realizar un experimento utilizando la técnica de fuente pulsada. El procedimiento requería el drenaje completo del líquido moderador y debía hacerse antes de realizar cualquier cambio de configuración en los elementos combustibles.
Pero se realizó sólo parcialmente el drenaje y no en su totalidad, salteándose normas de seguridad en energía atómico que a partir de Chernobyl y Fukushima, sabemos los terribles daños que producen y a su vez como prolongan en el tiempo la contaminación.
Fue el técnico electromecánico y vecino de Temperley, Osvaldo Rogulich quién estuvo cargo del drenaje completo que resultó parcial por su propia decisión.
A las 16.00, Osvaldo Rogulich recibió un pedido inusual del que no estaba avisado: cambiar la configuración del núcleo, que implicaba vaciar el tanque de agua ligera que cubría al reactor y luego modificar la posición de las barras y las placas con herramientas especiales para el trabajo.
Osvaldo Rogulich comenzó el trabajo que le ordenaron sin supervisión ni guía. Era habitual.
El hombre vació el tanque hasta la mitad, ignorando que la nueva configuración era demasiado potente ya que nadie se lo había dicho.
Y a las 16.10 del 23 de septiembre de 1983, intentó modificar la posición de una placa de aluminio de uranio enriquecido al 90% y entonces vio un disparo de luz azul que duró 70 milisegundos y no le provocó dolor alguno. Pero en los 70 milisegundos, radiación gamma y el impacto en su cuerpo de 1.700 rads de neutrones.
Lo internaron inmediatamente en el Policlínico Bancario, en el que tuvo la visita del vicealmirante Carlos Castro Madero, doctor en física y por entonces Presidente de la Comisión Nuclear de Energía Atómica. Y apresuradamente declaró que todo había sido responsabilidad de Osvaldo Rogulich. Era evidente que jamás reconocerían la obsolencia de las medidas de seguridad o un control combinado de protocolo. Para Madero fue sencillo, se equivocó Osvaldo Rogulich y cerrado el caso que se censuró durante años en Argentina.
Osvaldo Rogulich o lo supo sino hasta días más tarde: desde ese instante estaba condenado a muerte.
Treinta horas después del accidente del viernes 23 de septiembre de 1983, comenzó con vómitos, ansiedad, desórdenes neurológicos, lesiones vasculares, convulsionó, tres paros cardíacos y, finalmente, la muerte. Habían pasado 48 horas y 25 minutos del accidente.
“Cuando Osvaldo Rogulich recibió el resplandor azul que lo encegueció como un flash, supo que su suerte estaba echada. El técnico electromecánico se convertía en el único protagonista de una ‘excursión de potencia’ del reactor nuclear RA-2 del Centro Atómico Constituyentes. Duró menos de un segundo y no sintió ningún dolor, pero Rogulich había recibido una dosis radiactiva tan grande que lo convertiría en la primera víctima fatal en la historia del desarrollo nuclear argentino”, escribió Facundo Di Génova en 2019 para el diario La Nación.
“Los informes secretos señalaban que había acontecido un incremento accidental de reacciones nucleares en cadena de uranio enriquecido dentro del RA-2, un reactor experimental de investigación construido en 1965 dentro del Centro Atómico Constituyentes, ubicado en Villa Maipú, partido bonaerense de San Martín”, agregó Di Génova a La Nación.
Por otro lado, el periodista Milton Benjamin en las páginas del Washington Post dijo el 1º de octubre de 1983 que la radiación por neutrones que mató a Rogulich en poco más de 48 horas fue en «un milisegundo comenzó el tipo de reacción de fisión que ocurre al inicio de una explosión nuclear, pero solo generó la fuerza explosiva de aproximadamente 5 libras de TNT antes de detenerse. Si bien la Argentina no ha anunciado públicamente el accidente, la Agencia Internacional de Energía Atómica dijo ayer que había sido informada de que no se había emitido radiación desde la instalación. Sin embargo, las fuentes dijeron que el operador del reactor sufrió una dosis de radiación masiva en una escala de la experimentada por las víctimas en Hiroshima y que murió dos días después del accidente».
A los treinta minutos de la irradiación Rogulich experimentó dolor de cabeza, vómitos y diarrea. Entre las 2 y las 26 horas siguientes del accidente “se observó la fase de latencia, sin manifestaciones clínicas generales”, describieron en una análisis del accidente los científicos Dorval, Lestani y Márquez del Instituto Balseiro en un informe de 2004.
Rogulich era un hombre metódico, cuidadoso y de pocas palabras. Estaba casado y era padre de tres hijas, vivía en el barrio obrero San José, en Temperley, en la casa que él mismo construyó.
Qué sabés del único accidente nuclear de Argentina que se ocultó por años
Le gustaba ver y jugar tenis, llevar a la familia al teatro, escuchar jazz y música clásica. Había ingresado a la CNEA como técnico electromecánico y, cuando alguna de sus hijas le preguntaba qué función cumplía en el reactor RA-2, él contestaba: «Yo doy vuelta una manija«.
«Mi papá no solo miraba partidos de tenis, si no que jugaba desde muy joven, incluso hasta el día antes del accidente jugó», le agregó a diario Anticipos una de las tres hijas, Marcela Rogulich.
Su hija, Marcela Rogulich, hoy es artista plástica y docente de educación plástica. Ella también trabajó en la CNEA y durante cinco años cargó con el estigma de ser la hija del hombre «que se había equivocado». Y así se lo describió a La Nación: «Lo de mi papá me recuerda a lo que pasó con el ARA San Juan, cuando culpan por el hundimiento a los tripulantes, lo mismo dijeron de mi viejo. Reconozco que fue una falla humana, pero es como el error forzado del tenis, le mandaron la pelota más difícil».
¿Qué sabés del único accidente nuclear de Argentina que se oculta desde hace décadas?
Peligro para la población
Dentro del RA-2, un reactor experimental de investigación construido en 1965 dentro del Centro Atómico Constituyentes, ubicado en Villa Maipú, Municipio de San Martín, está a muy pocos metros de la Ciudad de Buenos Aires y barrios de Villa Pueyrredón y Villa Martelli.
El reactor produce radiactividad proveniente del uranio enriquecido que utiliza. La radiación sale hacia el exterior pero puede ser no contaminante. Contamina cuando se inhalá o estás en contacto con partículas radiactivas.
¿Qué sabés del único accidente nuclear de Argentina que se oculta desde hace décadas?
El Reactor RA-2
Ya funcionaba el reactor RA-1 cuando en 1966 comenzó a funcionar otro reactor, el RA-2, con el objetivo de realizar experimentos aplicables al RA-3, un reactor de investigación ubicado en Ezeiza, a pocos kilómetros del Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, que produce radioisótopos. Por muchos años funcionó con normalidad, pero el viernes 23 de septiembre de 1983, a semanas del fin de la dictadura militar y tres años antes del accidente de Chernobyl, sucedió la primera y única fatalidad en la historia de la energía atómica sudamericana.
Semanas después, el reactor fue puesto fuera de servicio y entre 1984 y 1989 se procedió a desmantelarlo.
En el año 2005, bajo el gobierno de Néstor Kirchner, se reabrieron todas las dependencias al uso de los operarios. Sin embargo, hasta el día de hoy nadie ha vuelto a hablar del accidente, ni figura en ningún sitio oficial de Comisión Nacional de Energía Atómica.
Y recién en 2007 se procedió a la devolución a Estados Unidos de todos los elementos combustibles gastados y sin usar en este reactor, que habían sido elaborados en aquel país con uranio altamente enriquecido (HEU 90%). La medida tuvo que ver con la seguridad internacional ya que con ese material se pueden fabricar núcleos de armas para destrucción masiva.
El envío de estos materiales se negoció y coordinó juntamente con el Departamento de Energía de los Estados Unidos (US DOE) ya que habían sido pagados, y consistía básicamente en 19 conjuntos de uranio altamente enriquecido y 91 placas de combustible curvadas, que hasta ese momento se habían mantenido en condiciones de almacenamiento seco en dependencias alejadas del edificio del reactor.
En su posterior informe confidencial del accidente enviado a la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN) en Argentina en 1983, la CNEA a cargo de la dictadura militar aseguró que el operador era un técnico suficientemente calificado, con 14 años de experiencia, y que se encontraba solo en la sala del reactor al momento de realizar dichos cambios.
Pero el drenaje parcial del agua moderadora que realizó produjo la fuga.
Este accidente fue clasificado como de nivel 4 en la Escala Internacional de Accidentes Nucleares (INES, por sus siglas en inglés), lo que corresponde a un evento sin riesgo para el exterior de la instalación.
¿Qué sabés del único accidente nuclear de Argentina que se oculta desde hace décadas?
Desclasificación de las causas del accidente censuradas
Según consta en uno de los tantos informes de la Comisión Reguladora Nuclear (NRC) de Estados Unidos, después del siniestro la CNEA designó una comisión interna que se abocó a investigar sus causas, la cual llegó a las siguientes conclusiones:
1 – El líquido moderador no fue vaciado completamente del tanque antes de que la configuración del núcleo fuese modificada.
2 – Dos elementos combustibles que deberían haber sido retirados completamente, se dejaron dentro del reactor en contacto con el reflector de grafito.
3 – La secuencia en que fueron realizados los cambios de posición en los elementos combustibles redujo la subcriticalidad del sistema.
4 – Dos elementos combustibles de 15 placas fueron insertados sin las correspondientes placas de control de cadmio. El segundo de esos elementos fue encontrado parcialmente insertado, lo que hace suponer que el accidente se produjo en dicho instante.
5 – Todas estas operaciones fueron realizadas sin la presencia de un oficial de seguridad o supervisor de operaciones.
6 – Asimismo la comisión investigadora identificó deficiencias en el estado del equipamiento y en los procedimientos operativos, y también con respecto a la forma de obtener la autorización para realizar estas pruebas sin la supervisión de rigor. Otra de sus conclusiones fue que probablemente debido a varios años de operar el reactor sin incidentes, un exceso de confianza pudo haber influido para simplificar pasos y no tomar en cuenta factores claves de seguridad.
Aún hoy resulta prácticamente imposible obtener cualquier tipo de información oficial al respecto de su parte, ni existe mención alguna en sus páginas web sobre este siniestro.
La comisión investigadora identificó deficiencias en el estado del equipamiento y en los procedimientos operativos, como en la forma de obtener la autorización para realizar estas pruebas sin la supervisión de rigor.
Nunca se notificó del hecho a los vecinos que vivían en las cercanías del Centro Atómico Constituyentes. El evento fue catalogado como de Grado 4 en la Escala INES (International Nuclear Event Scale), lo que significa que la radiactividad liberada proveniente del uranio enriquecido no habría contaminado medio ambiente ni a la población civil.
A pesar de la gravedad de lo sucedido, la Memoria Anual 1984, ya en democracia, durante la gestión del presidente Raúl Alfonsín, no informa nada sobre el resultado de las tareas antes citadas y la única mención al reactor es que se continuaban tareas de «actualización». El RA-2, sin dar las razones, fue desmantelado entre 1984 y 1989.
¿Qué sabés del único accidente nuclear de Argentina que se oculta desde hace décadas?
La Comisión Nacional de Energía Atómica y Centro Atómico Constituyentes (CNEA)
La CNEA es un organismo estatal creado por Juan Domingo Perón en 1950 con el objetivo de promover y coordinar las investigaciones atómicas en el país con fines pacíficos y sin intención ofensiva, sino que buscará es la independencia energética e investigar aplicaciones en salud y el transporte.
De la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), dependen los centros atómicos Bariloche y Ezeiza.
Pero también alberga el primer reactor nuclear del Hemisferio Sur, el acelerador de iones pesados TANDAR13 y diversos laboratorios dedicados a la fabricación de elementos combustibles para reactores de investigación, la nanotecnología y energía solar.
En el Centro Atómico Constituyentes también funciona el Instituto Sábato, creado en 1993 por la Comisión Nacional de Energía Atómica y la Universidad Nacional de General San Martín, que se especializa en la formación de especialistas de grado y posgrado en ciencia de los materiales.
Dentro del Área Metropolitana con 17 millones de habitantes, separan uranio y funciona un acelerador de partículas o «Máquina de Dios» parecida a la que “crea agujeros negros” en Suiza.
Centro Atómico Bariloche
Está bicado en el kilómetro 9.500 de la Avenida Bustillo en la localidad de San Carlos de Bariloche, provincia de Río Negro.
Este Centro Atómico acompañó, junto con la Sede Central, los primero pasos de nuestro organismo. En sus instalaciones funciona el Instituto Balseiro, pionero en la formación de recursos humanos en el ámbito. Allí funciona, además, el Reactor Experimental RA6 utilizado por los científicos y por los estudiantes para la investigación y el desarrollo en diversas aplicaciones de la rama nuclear.
Centro Atómico Ezeiza
Está ubicado al sur del Gran Buenos Aires, en la localidad de Ezeiza, se emplaza este Centro Atómico. En el se llevan a cabo importantes actividades, entre las que destacan las relacionadas a cubrir la producción del 100% de los radioisótopos que el mercado nacional demanda. También funciona aquí la Planta Semi-Industrial de Irradiación, el RA 3, el Área de Materiales y Combustibles nucleares y el Instituto de Tecnología Nuclear Dan Beninson.
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El Reactor RA-1
El 17 de enero de 1958 ocurrió la primera reacción nuclear artificial producida en el núcleo del Reactor de Investigación RA-1 en el Centro Atómico Constituyentes. Y fue el primero en funcionar en América Latina.
El reactor y sus elementos combustibles –cuya fabricación fue responsabilidad de la División Metalurgia que dirigía Jorge Sabato– fueron desarrollados íntegramente por profesionales argentinos. Sólo el uranio enriquecido –que fue suministrado por Estados Unidos– y algunos pocos componentes electrónicos fueron importados.
Este logro le permitió a nuestro país concretar otros emprendimientos de mayor envergadura, como la fabricación y exportación de reactores de investigación y de producción de radioisótopos y el desarrollo de elementos combustibles. Asimismo, se allanó el camino hacia la generación nucleoeléctrica del país a través de centrales nucleares de potencia.
Las instalaciones del RA-1 también fueron pioneras en la producción de radioisótopos nacionales para uso medicinal e industrial. Además, se realizaron innumerables experimentos e investigaciones que contribuyeron con el avance de la ciencia. Aún hoy se lo sigue utilizado para ensayos por activación de materiales, daños por radiación e investigación de nuevas terapias en medicina nuclear, entre otros campos.
El Reactor RA-10
En 2011 la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) lanzó el proyecto del reactor de investigación RA-10 (en construcción desde 2015), enteramente argentino, diseñado y construido por INVAP para la CNEA.
Será similar a los reactores de investigación como el OPAL (AUSTRALIA, diseñado y construido también por INVAP, puesto en marcha en 2006) y el FRM II en Munich (Alemania).
Y su objeto es es la capacidad de producción de radiofármacos para tratamiento y diagnóstico médico, y la generación de radioisótopos de aplicación industrial.
De esta manera, el país podrá abordar la creciente demanda de radioisótopos, garantizando su producción y asegurando el suministro ininterrumpido, mediante la ampliación de las capacidades de producción asociadas al reactor RA-3 ubicado en el Centro Atómico Ezeiza.
Algunos de los estudios que se realizan con este radioisótopo son:
Centellograma tiroideo: localiza nódulos en la tiroides e identifica el mejor tratamiento.
Centellografía mamaria: similar a una mamografía, pero con mayor detalle para poder detectar tumores.
Gammagrafía renal: examina la morfología y función de los riñones con el fin de detectar cualquier anomalía.
Gammagrafía de tiroides: evalúa la función tiroidea, especialmente en el hipertiroidismo.
Gammagrafía ósea: evalúa enfermedades de los huesos y articulaciones, ya sean de origen tumoral, inflamatorio, degenerativo, traumatológico, metabólico o vascular.
Tomografía por Emisión de Positrones (PET): diagnóstico por imagen capaz de medir la actividad metabólica del cuerpo humano.
Tomografía Computarizada de Emisión Monofotónica (SPECT): similar al PET, pero produciendo rayos gamma en lugar de partículas cargadas.
Neutrografías: Imágenes de grandes piezas/objetos (longitud de hasta 150 cm, o peso de hasta 500 kg) con una resolución espacial mayor a25 milésimas de milímetro).
Tomografías: Imágenes de objetos medianos y pequeños (longitudes de hasta 25 cm, o un peso de hasta 10 kg) con una resolución espacial menor a 25 milésimas de milímetro.
• Películas: Secuencia de imágenes dinámicas con resolución temporal de 1 décima de segundoen procesos continuos, y de 1 centésima de segundo en procesos repetitivos (técnicas estroboscópicas)
• Estudios “in-situ”: imágenes o películas de objetos sujetos a distintas condiciones físicas (temperatura, presión, campos magnéticos).
• Estudios ”in-operando”: imágenes o películas de dispositivos durante su operación/funcionamiento.
• Contraste avanzado: imágenes registradas utilizando técnicas avanzadas de contraste basadas en la selección de la energía de los neutrones incidentes sobre la muestra,
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